El mito izquierdista de la masacre del pueblo en el nombre sagrado del marxismo es una falacia superada por la realidad, si bien es cierto que son los primeros en llorar, son también los primeros en comerciar con la sangre que no es suya, pactando con el sistema una y otra vez.
El pueblo mexicano consuetudinariamente ha entregado su dotación de sangre frente a las armas del Estado demo-burgués que nos gobierna desde 1915, como testimonio escrito con sangre de su rebeldía permanente; así los vasconcelistas en 1929, así los sinarquistas en 1947 y muchos otros bajo distinta bandera han cumplido con su fatídica misión y destino anónimo de héroes populares.
Así la noche del 2 de octubre los milites al servicio del verdugo en turno, ejercieron su oficio de muerte en la carne joven de los estudiantes mexicanos, jamás sabremos cuántos y quiénes fueron las víctimas de este enfrentamiento entre los grupos de poder en pugna por los mandos del sistema.
El fruto del Movimiento Estudiantil y la matanza de Tlatelolco fue el arribo al poder de una nueva casta intelectual, izquierdista y aburguesada, fue el premio a los líderes “populares” que comandaron la revuelta estudiantil. El mismo sistema que repudiaban con celo proletario y el mismo que ordenó la criminal acción del 2 de octubre se convirtió, gracias al comercio de la sangre de los mártires en el gobierno de alianza popular, paladín del 3er mundo ejecutor del “cambio estructural”.
Ya funcionarios ofrecieron a estos líderes del Movimiento Estudiantil el vergonzoso espectáculo de ser comparsa de los asesinos de la juventud mexicana, gozar desde la cumbre del poder príista las manos libres para medrar el patrimonio nacional para apagar su sed de bienestar proletario.
La derecha, desde las sombras, gustosa aplaudió al ejército en su “acción salvadora” de la patria burguesa, aclamó a los verdugos que tantas veces han ensangrentado sus filas y la izquierda, con su afán de capitalizar todas las muertes, tomó como patrimonio propio el “sacrificio” de la juventud, bautizándolo marxista, así cada 2 de octubre se transforma en plañidera todo su aparato subversivo, olvidando por el momento los gratos beneficios que le hizo ganar a los muertos de 1968.
A los 16 años del hecho fraticida, los ejecutores del crimen proponen desde el congreso el homenaje a los caídos, guardando un minuto de silencio por los caídos como si fuera un honor que calle la cloaca democrática, ahí la derecha y los marxistas unidos en nostálgico dolor por la juventud asesinada por ellos mismos, una vez más funciona el circo… mientras sabemos que la Universidad no volverá a salir a la calle en actitud revolucionaria y combativa, que el marxismo traiciona a la revolución por cómodas prevendas políticas y la derecha aplaude siempre a los criminales con tal de que nadie le estorbe su amor a EE.UU.
Por eso necesitamos otro tributo a la sangre traicionada, por una necesidad histórica y revolucionaria debemos rescatar las banderas y estandartes rotos el 2 de octubre de 1968, pasar sobre las plañideras rojas y los burócratas nostálgicos para continuar la senda revolucionaria sin mitos, ni componendas.
CAÍDOS EL 2 DE OCTUBRE DE 1968
SIEMPRE PRESENTES