Anotaciones y comentarios de Julius Evola con respecto a los amerindios
Por Francisco de Lizardi
Las consideraciones raciales-civilizacionales de Evola se centran en una esquema basado en una jerarquía de valores y la dimensión espiritual y metafísica del hombre, distinto al puritanismo protestante y al reduccionismo cientificista a los que ataca en su obra escrita. Siguiendo la misma línea que Frobenius y Spengler, Evola propone a los amerindios como los únicos detentadores legítimos de América en cuestiones de orden tradicional y espiritual, tratándose del verdadero «alma» de la civilización continental.
Evola sugiere que el «crisol norteamericano» estadounidense alcanzaría un grado civilizacional superior de verse significativamente influido por el espíritu de los amerindios, impregnando su psique con la esencia de una raza diurna originaria como elemento positivo de su cultura. En El arco y la clava (1968), Evola comenta positivamente con respecto a los nativos americanos, destacando los atributos característicos fundamentales de sus pueblos como prueba de su rigor:
«Los pieles rojas eran razas que presentaban una fiereza con su estilo, con una dignidad, una sensibilidad y una religiosidad propia; no erradamente un escritor tradicionalista, F. Schuon, ha hablado de la presencia en su ser de algo de carácter aquilino y solar».
Posteriormente, en Las dos razas (1969), Evola postula las formas de existencia de los amerindios como opuestas a la modernidad, destacando la defensa de su elemento espiritual trascendente en la preservación de sus ritos:
«Tribus de pieles rojas las cuales, rechazando la civilización moderna como alienante, antihumana y contraria a la naturaleza, permanezcan fieles a la propia tradición y a la propia sangre, al patrimonio ritual heredado de los ancestros y defienden tenaz como silenciosamente un cosmos para ellos todavía viviente y vibrante de fuerzas y potencias, son y permanecen en cambio como «raza» verdadera».
Evola alude a la primacía humana de algunos otros grupos, entre los cuales hace mención de los estratos superiores hindúes, chinos, japoneses y de algunas estirpes árabes, por sobre la superficialidad de quienes, en declive, sostienen privilegios meramente mercantiles.