Un 28 de marzo de 1939, el político católico mejicano don Miguel Palomar y Vizcarra, máximo responsable de los esfuerzos cristeros, dirigía una carta al Generalísimo Franco con propósito de la entrada de las tropas nacionales en Madrid:
«Excelentísimo señor:
Hoy a las once de la mañana corrieron las primeras noticias de que, al fin, las Fuerzas Nacionalistas Españolas habían entrado en Madrid, capital del Imperio. Se ha consumado, a Dios gracias, la obra magna de salvar la civilización cristiana en el mundo.
Somos mexicanos que tenemos un perfecto sentido de la Hispanidad, según las enseñanzas magníficas y profundas de Ramiro de Maeztu, y por eso aunque no somos conocidos de Vuestra Excelencia, no podemos resistir a los más vivos e íntimos sentimientos de nuestra alma y a los mandatos de nuestra conciencia, que nos obligan a dirigirnos a Vuestra Excelencia para unir nuestros más fervorosos parabienes a los innumerables que ha de recibir en este día de gloria para la Hispanidad, desde todos los puntos del orbe.
Loado sea Cristo que nos ha sido dado vivir en una época en que se han iniciado las más excelsas reivindicaciones, España resurge; la Hispanidad se concreta; adquiere conciencia de sí misma, y todos los pueblos que vinieron a la vida por la obra de España y de Portugal, se preparan para cumplir sus gloriosos destinos. Un escritor nórdico, escribió hace muchos años, no sin sentido profundo de la misión de España, estas palabras:
"España ha llegado a una edad en que las gentes se contentan con pedir y recompensar trabajos industriales y empresas comerciales para los cuales se necesitan iniciativas menos brillantes que las que ella tuvo... No sentimos en menor deseo de verla poniendo a contribución sus energías para competir en escala inferior con Inglaterra y con Alemania... Esperamos que el porvenir le reserve un pabel valioso como el que representó antaño ante los problemas del mundo físico... Conservando y aplicando sus viejos ideales, España otorgará al mundo nuevos presentes del espíritu..." ¡Que así sea!
Seguramente, Excelentísimo Señor, que han de ser muchos los mensajes de felicitación que reciba desde México y de mexicanos. Esos, lo mismo que este nuestro, traducen el sentir verdadero, el auténtico, de esta porción de la Hispanidad, que en otro tiempo llevó el nombre de la Nueva España. Recíbalos así, Excelentísimo Señor, y veo con la mayor indiferencia la conducta y el sentir de individuos que pesan como una maldición sobre la patria mexicana. No la representan, ni siquiera son capaces de sospechar lo que es el alma y el espíritu de México. Son sujetos que la abominable Casa Blanca nos ha enviado para que se lleve a cabo la obra muy anti-hispánica de destruir por todos los medios, a la nación mexicana. Eso es todo.
Hacemos votos a Cristo Rey, por quien los mexicanos también han derramado generosamente su sangre, y a la Virgen de Guadalupe, Símbolo y Baluarte de la Hispanidad, por las ventura y prosperidad personal de Vuestra Excelencia y de todos los suyos, y porque le protejan y amparen en la formidable obra de la reconstrucción de la Magna España».
El Coronel Secretario Militar y Particular del General Franco, Salgado-Araujo, presta da respuesta a don Miguel en dos distintas cartas, remitidas los días 27 de abril y 12 de junio de 1939, expresando el reconocimiento del Jefe de Estado español a causa de su felicitación:
«Saluda a D. Miguel Palomar y Vizcarra, de México, y tiene la satisfacción de hacerle presente la gratitud de Su Excelencia el Generalísimo por su amable felicitación, con motivo de la liberación total de España por nuestro glorioso Ejército».
«Sir. Licenciado Miguel Palomar y Vizcarra.
Caballero de la Orden de San Gregorio Magno.
Muy señor mío: Tengo el gusto de acusarle recibido del mensaje de felicitación que con motivo de la entrada en Madrid de las Fuerzas Nacionales dirige a su Excelencia del Jefe de Estado y Generalísimo de los Ejércitos, en unión de los Sres. Ingeniero Jorge Núñez, Lic. Luis Alvarez Flores, Lic. Octavio Elizalde y R. Natera, Manuel Jiménez Rueda, Dr. Samuel B. Ramirez y Dr. Antonio López Ortega.
Su Excelencia que ha luchado por la Fé y los viejos ideales de España, contra la horda roja que tantos crímenes y desafueros cometió, lo ha leído con toda atención y sumo gusto, agradeciendo muy de veras las protestas de Hispanidad formuladas y encargándome les testimonie sus más expresivas gracias por los votos que, a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe, hacen por la ventura, prosperidad y engrandecimiento de nuestra amada Patria.
Con este motivo, queda suyo atto. s.s. q.e.s.
Francisco Franco».