Reproducimos una conversación entre el poeta, académico y ensayista nicaragüense Pedro Xavier Solís y su señor abuelo don Pablo Antonio Cuadra.
PXS: Durante todo el medioevo, el centro de las reflexiones era ocupado por la religión. Entre Dios y el Mundo advenía la Creación; y entre Dios y el hombre advenía la Revelación. Pero desde el siglo XV la pregunta que ocupó el centro de las reflexiones fue cómo hacer funcionar un cuerpo social. Y a partir de Maquiavelo, el concepto Sociedad pasa a ocupar el lugar original de la Fe; la Eternidad se convierte en Futuro; la Religión es desplazada por la Política.
Quisiera analizar con vos, abuelo, al ser humano que, para Pitágoras, es la raza de Dios, y al que vos has considerado un Dios en exilio.
PAC: Si vos o yo o cualquiera, mira con “ajenidad” al hombre, se dará cuenta de que el hombre es un extraño ser construido de limitaciones. Un ser que va hacia delante y que, sin embargo, no conoce su futuro. Un ser que viene de atrás y que, no obstante, olvida casi todo lo que va viviendo hasta guardar solamente pequeñísimos retazos de recuerdo. Un ser social, pero que está encerrado –de manera casi impenetrable– dentro de su intimidad, de tal modo que aún los seres más amados y con quienes más íntimamente convivimos, nos parecen en ciertas ocasiones verdaderos desconocidos.
Lo interesante es que la vida del hombre sólo es posible dentro de estas limitaciones. Porque si conociera su futuro, terminaría el tiempo, dejaría de existir la esperanza que hace vivir y moverse al hombre. Si recordara todo su pasado siempre, la carga le sería tan pesada que enloquecería o no podría arrastrarse hacia el porvenir con esa monstruosa cola oceánica. Si estuviera visible plenamente la intimidad, cesaría el respeto, cesaría el trato humano, terminaría la sociedad, seríamos intratables. El alma sólo puede ser develizada saltando sobre la muerte en la eternidad.
De esas limitaciones nace, sin embargo, la inmensa e insaciable apetencia del hombre por la historia (para reparar la limitación de su recuerdo); por la religión y sus misterios y aun por las formas más supersticiosas de la adivinación (para levantar siquiera un poco el gran velo del futuro); y por las artes y ciencias que revelan o descubren la intimidad del hombre.
PXS: Hablemos sobre tus inicios en política. En el escenario italiano, después de terminar la primera guerra mundial, el agotamiento del erario por los gastos militares indujo a una política económica impositiva que creó una contracción del mercado, se cerraron comercios e industrias lo que resultó en desocupación y parálisis, generándose una ola de empobrecimiento. Entonces el sindicalismo cobra beligerancia, pues la clase obrera se ve obligada a defenderse contra el costo de la vida y el desempleo; y por otro lado, los campesinos reclaman la disolución de los grandes latifundios. De forma que se siembra el temor entre los sectores dirigentes y las clases ricas, hasta el punto de verse forzados a encomendarle a los fascistas de Mussolini, en alianza con estas clases pudientes, la supresión de las instituciones democráticas, restringiendo las libertades individuales y quebrantando los sindicatos. Esta nueva política influyó rápidamente en la clase media, a quienes les llegó particularmente la prédica nacionalista y antidemocrática. Hasta cierto punto es explicable la hipnosis que generó el fascismo y el Duce sobre la pequeña burguesía en el contexto en que se produjo. ¿Pero cómo es que llega a permear las ideas iniciales de los vanguardistas nicaragüenses?
PAC: Fueron varios factores. Primero, esa tentación totalitaria en la Vanguardia tuvo como base el culto literario a lo nuevo. La situación crítica de nuestra Patria nos lanzaba a la ruptura con el pasado y a la invención de una política nueva. Equivocadamente le repudiábamos el hecho de la guerra civil a la existencia de partidos políticos; y eso nos hizo atacar las concepciones democráticas. Por esa hendidura de la lucha fraticida, se nos filtró la influencia fascista. Además queríamos afirmarnos en lo nacional, y el fascismo tenía precisamente esa prédica nacionalista. Quisimos hacer nuestro fascismo, es decir, una cosa distinta con nuestra tradición. Pero pronto empezamos a ver, con Somoza, cómo se nos iba creciendo el peligro de la autoridad personal. Poco a poco fui confrontando la vacuidad de las “grandes palabras”. Empezamos a rectificar con los mismos partidos políticos, comprendimos que la lucha armada fraticida no era producto de la democracia, y empezamos a ver a la democracia como la única salvación.
Sin embargo, cuando recuerdo la mentalidad e ideales hispanoamericanistas de mi juventud –con las aberraciones del tiempo que vivíamos– pero tan futurista, tan ancha y global, tan bolivariana, y la comparo con la venalidad de las derechas y el histerismo del falso nacionalismo de las izquierdas... yo, que reniego de mis pecados juveniles, casi me los perdono en honor de nuestra hermosa y orgullosa concepción hispanoamericanista de gravitación mundial de entonces: porque apartando los explicables contagios semi-fascistas de nuestro “nacionalismo continental”, nosotros lo que buscábamos (y nuestro maestro e inspirador fue Bolívar) era una mística de unión de los pueblos de lengua española para efectuar una revolución conjunta que completara la de la Independencia, que nos diera poder (político y económico) frente a Estados Unidos –como liberación– y ante el mundo –como afirmación–; es decir que pretendíamos la formación de un grupo de Gobiernos que pusiera en marcha un proceso de cooperación multinacional, con un mensaje propio, mensaje que nosotros proponíamos “cristiano” por nuestra tradición y por convicción humanista.
PXS: Una de las críticas marxistas al sistema capitalista es la explotación del hombre por el hombre: el hiato entre el trabajo y su remuneración (la labor convertida en mercancía). Según Marx, se sacan ganancias a costa de los salarios bajos. En su juicio es posible mantener bajos los salarios, gracias al desempleo (que provoca una demanda de mano de obra) y la automatización. Esta situación de conflicto entre capital y trabajo haría, según Marx, colapsar al sistema. Su enfoque económico sobre este aspecto, resultó falso. Pero el enfoque moral del marxismo sobre el capitalismo, no deja de tener fundamento.
No obstante, el capitalismo de hoy no es el mismo que conoció Marx. Pensadores como Peter F. Drucker o Jacques Maritain, consideran que ni siquiera es exacto decir que Estados Unidos es una sociedad capitalista, pues la sociedad industrial (que en sus inicios fue realmente violenta, afectando a grandes multitudes) va más allá del capitalismo y del socialismo, y es una sociedad nueva que trasciende a ambos sistemas. El comportamiento del mercado en las actuales sociedades capitalistas es el de una economía que también busca cómo ser eficiente en términos de los intereses generales (como el sistema de pensiones, el acceso a la educación y la asistencia sanitaria). La tarea de la democracia hoy, consiste en armonizar la capacidad de competencia en los mercados, la cohesión social y la libertad política. ¿Algo así como la cuadratura del círculo?
PAC: América, en su línea de creación y pensamiento, ha demostrado la tendencia a desmontar la soberanía absoluta y la deificación del Logos del exagerado racionalismo (que ya lo vimos señoreando como diosa razón en la revolución francesa o como razón atea en la revolución rusa), tomando de ese Logos sus valores auténticos, pero complementándolos, reconciliando las llamadas facultades “superiores” del hombre (la razón y sus modalidades) con las facultades calificadas como “inferiores” (sensualidad, sensibilidad, imaginación). Definitivamente que esta aspiración del humanismo hispanoamericano no puede realizarse con el marxismo, mucho menos en la interpretación de Lenin. El marxismo es el esquema extremo y decadente de un superracionalismo. Es la ideología transformada en ideocracia, la “tiranía del concepto” que juzga que lo único razonable que puede hacer el prójimo es desalienarse de su individualidad, despojándose del fardo de la libertad porque el ingeniero del plan (el comandante o los comandantes de la vanguardia de la historia) lo conducirá a su meta de una manera racionalmente definida.
PXS: Los regímenes socialistas quisieron hacer tábula rasa, y la felicidad también se vio como el producto de la nueva política. La utopía revolucionaria de la felicidad se sustentaba en las siguientes políticas: una orientación más hacia lo colectivo que hacia lo personal; una economía marxista que crearía posibilidades de bienestar para las masas; y un proceso político que rechazaba la interpretación religiosa de la felicidad por considerarla alienante, y que, en cambio, promovía en la entrega al ideal revolucionario las posibilidades de la autorrealización personal. No en vano para Karl Popper, el filósofo de la “sociedad abierta”, “de todos los ideales políticos, el de hacer feliz a la gente es el más peligroso”. Es precisamente la versión marxista de la felicidad, la mayor catástrofe antropológica de todos los tiempos, la que Popper tenía en mente al escribir esas líneas.
PAC: El error proviene de una falta de comprensión del ser humano. Pero si somos cristianos no podemos equivocar la raíz, el principio, la esencia de nuestra fe. Los cristianos no pertenecemos a la escuela de un filósofo, sea tan alto como un Lao-tse o un Sócrates; no pertenecemos a la religión de un asceta extraordinario como Buda, que alcanzó un dominio de sí mismo sobrehumano; ni pertenecemos a las filas de un profeta militante como Mahoma; ni al Partido de un extraordinario líder. El cristiano no es un afiliado, sino un hijo. El bautismo no es la firma de adhesión a una doctrina, sino la incorporación por la gracia al Cuerpo Místico de Cristo. Ser cristiano es ser hijo de Dios en Cristo. Ser hijo es reclinar la frente en el pecho de Dios.
PXS: La encarnación de Dios siempre ha sido piedra de escándalo. “La Encarnación es la más peligrosa lisonja de que hayamos sido objeto: nos ha dispensado un estatuto desmesurado, fuera de proporción con lo que somos”, dice un filósofo profundamente pesimista como E. M. Cioran. Pero una inteligencia que promulga una existencia sin Dios, puede caer –como en el caso de Cioran– en avistar una Creación patética. En cambio para el creyente, la Creación carece de patetismo; de ahí que la Encarnación, antes que reflejar una humillación de Dios o un aspaviento para el ser humano, significa la dignificación del hombre. La Encarnación nos hace cobrar conciencia de nuestra dignidad como hombres y, consecuentemente, de nuestra obligación de amar a los demás.
PAC: Por eso decía: nuestra misión cristiana, además de estimular todo lo que libere al hombre de estructuras injustas; además de alentar todo lo que humanice la vida y genere relaciones sociales de mayor fraternidad, participación y justicia; nuestra misión, digo, es la de iluminar constantemente las realizaciones temporales con la luz de Cristo, con la luz divina y vivificante que brota de su persona, que es la esencia del cristianismo.
PXS: Las sociedades de consumo se caracterizan por un individualismo marcado por la “secularización” (esa tendencia a tratar de aislar a Dios). Ahí la imagen de la felicidad es bien artificial. Reducir al hombre a la dimensión material y económica destina los sistemas políticos a fenecer; pero además, una idea de la felicidad que ignora la experiencia humana de la muerte, podrá ser seductora, pero es cabalmente fútil. La felicidad reductiva propuesta por el discurso dominante en la cultura occidental, es de una gran banalidad: tanto tenés, tanto valés. El peligro de esa prédica de la felicidad es que la gente, al quedar prisionera de semejante superficialidad, no se dé cuenta de las necesidades y apetencias fundamentales del corazón humano. La felicidad no es todavía una variedad de los deseos humanos reducidos a lo transitorio. En la sabiduría popular, el camino que conduce a la felicidad coincide con el camino que conduce a la fe. Es posible aceptar la realidad del cuerpo con sus limitaciones y sufrimientos; es posible aceptar la extrema miseria con una gran dignidad; es posible incluso aceptar la fatalidad de la muerte, si hay fe.
PAC: La vida del hombre es algo más que un capítulo de una sociología. La vida del hombre es, incluso, algo más que su propia vida limitada por la muerte. Por eso el cristiano tiene siempre algo que decir más allá o más acá de una liberación o de una revolución. Tiene mucho que decir no sólo al explotado, al oprimido, al marginado de una situación social determinada, sino a todo el que sufre por cualquier situación humana. Al que carga la angustia de sus propias culpas y al que carga las ajenas; al sabio que busca, al ignorante emparedado en sus sombras, al poeta que intuye y vaticina; al que le falta amor, al enfermo, al agonizante, al fracasado, a los nuevos marginados, a los nuevos pobres, al que perdió un ser querido o al que lo ganó por el amor; al que va hacia la vida y quiere vivirla a plenitud, y al que regresa anciano de ella y puede aspirar a otra plenitud. Tenemos algo que decirles. Tenemos, además, algo que darles: el misterioso Pan y Vino en que la esencia se hace presencia.
PXS: El moderno proceso de globalización se ha venido produciendo en la forma de un “imperialismo de la mediocridad” (menos brutal que una Conquista, pero no por ello más refinado). Nos ataca una epidemia del entretenimiento banal: atributos artísticos baladíes, enlatados televisivos, zonas truculentas de la Internet, una terrible orfandad de ideas, una ausencia de paradigmas... Es lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu define como “la circulación circular de la información”, al tiempo que denuncia la irrupción del fast thinking (que deriva del concepto fast food) como contaminación del mundo audiovisual, un mensaje rápido y superficial que nos impide pensar, reflexionar. Y degradar la res pública a pura banalidad no hace sino conducir a la fatiga decepcionada del ciudadano.
PAC: Comparto ese temor. En la vida que nos estamos creando, cada vez más son las cosas mismas las que hablan, las que nos hablan, y en esa medida el hombre pierde el habla. El lenguaje va convirtiéndose en un sistema de etiquetas pegadas a las cosas, o de imágenes. La televisión nos habla o nos puebla de imágenes todo el día: el hombre está pasivamente ante ella, adormeciendo su capacidad de expresarse, masificándose y perdiendo, por reblandecimiento, los resortes activos de la comunicación humana. Cada día nos volvemos más repetidores de frases hechas o slogans de la publicidad. Antes el pueblo inventaba sus propios refranes y dichos, en los cuales se revelaba la personalidad comunal. Hoy en día el dicho es, muchas veces, aplicar un anuncio comercial a una situación vital. Las etiquetas se nos pegan en la frente y nos cosifican.
PXS: ¿Qué opinar ante el hecho de que la mayoría de los lectores rechazan los temas trascendentes y prefieren los temas simples como diversión? ¿Está en zozobra la palabra escrita?
PAC: Creo que le estamos poniendo fecha a una deficiencia que es tan vieja como el hombre. Stultorem infinitus est numerus (“el número de los tontos es infinito”). La mayoría de los hombres rechazan o rehúyen los temas trascendentes por la ley del menor esfuerzo. Cien mil hombres se divierten con una pelota, pero sólo uno es un filósofo. Los cien mil se divierten –es decir: se distraen, se desvían, apartan los problemas. Y uno pone atención en ellos; y por ese uno se encuentran las soluciones y el hombre se adueña, en un grado más, de su propio misterio. Pero también un Homero sigue leyéndose. Un Bach sigue escuchándose. Un Shakespeare sigue siendo contemporáneo de los hombres de la pelota. Los siglos no se di-vierten, sino que se mueven por el impulso de esos solitarios.
Pero refiriéndome a la palabra escrita –y en especial al libro– se puede enfocar el tema desde dos puntos de vista.
Primero: en nuestro siglo XX ha surgido un planteamiento nuevo que es un reto para los creadores de la expresión artística. Se ha desarrollado una forma de expresión –paralela a la literaria– que es la expresión por la imagen. Literatura e Imagenitura. Pero la literatura ya probó su capacidad de asimilación apenas surgió el cine. Lo asimiló. Asimiló lo “kinemático” de la nueva expresión, y forma ya parte de los recursos expresivos de la poesía y de la novela contemporáneas.
Segundo: no creo que la lectura sea substituida en el desarrollo y vida de la cultura. Puede que los negociantes (editores y publicistas) no encuentren por el momento la fórmula de conquistar al lector en este tránsito crítico asediado por todas las novedades de la electrónica. Pero el libro es como el árbol: su ausencia es el desierto. Está tan radicalmente unido a la civilización que su desaparición sería de un impacto social y cultural cósmico como el abismo del choque con un cometa. Hans Magnus Enzensberger compara la persistencia del libro con la de la aguja de coser, más resistente que un imperio mundial. Ninguna invención ha podido suprimirla. Y si el libro llega a ser anacrónico, estoy completamente convencido de que el anacronismo tiene todavía un gran futuro por delante.
PXS: Se ha venido afianzando la idea de la “sociedad abierta”, pero en su seno hay que cuidarse de un pernicioso relativismo. Pensar en un contrato social en el que cada cual es cada cual y tiene sus razones y con ellas el derecho a actuar como le da la gana, es representativo de una sociedad sin paradigmas, incluso a veces de un consenso mal entendido que al carecer de brújula es vulnerable a ser veleta. Relativizar convierte la realidad viva en una mera ecuación social, como si la gente fuera nada más una base para datos estadísticos. Pero no se puede construir una sociedad justa prescindiendo de la verdad sobre la persona.
PAC: La simple curva evolutiva del hombre nos indica que el proceso de la evolución va de la no-vida a la vida, y luego, en creciente avance, a más vida. En eso consiste el avance. No en inventar primero la rueda y luego el motor y luego la computadora, sino en una escalada hacia mayores derechos y mejores condiciones de vida. Se avanza en proceso de liberación. Hacia un vivir cada vez con más plenitud y con más respeto a la vida. No vamos a superar al fosilizado “hombre viejo”, no nos vamos a despojar de la homicida quijada de asno de los homínidos, aunque hayamos puesto un pie en la Luna, si el otro pie lo tenemos todavía en el fango sangriento de la guerra, o del odio racial o de clases, o del odio ideológico, o de la agresión contra nuestros semejantes y nuestra ecología. Porque si antes el hombre podía, en cierto modo, derrochar las formas de vida de la naturaleza (era una equivocada creencia), ahora que en la vida natural se agotan especies enteras de animales, se erosionan y devastan millares de kilómetros de bosques, y se envenenan aguas y aires de grandes regiones pobladas, el hombre todavía no acaba de comprender que la vida está vinculada en todas sus manifestaciones. No se acaba con un río, sin acabar también un poco con el hombre.
Ahora comprendemos el mensaje de radicalidad que, dentro del desarrollo del cristianismo, nos han dejado sus más señeros santos –desde un Francisco de Asís hasta un Martín de Porres– de una conducta profética de amor y exquisito respeto no sólo hacia el hombre, sino hacia todas las formas de vida, a los animales y a las plantas.
En nuestra educación tradicional se nos ha enseñado a ver en esa conducta de los santos algo así como tiernas excentricidades de seres excesivamente sensibles. Pero no. Ellos lo que marcan son las fronteras del amor y de la vida. El “Himno al Sol” de San Francisco, llamando hermanos al agua, a la tierra, a los frutos y a las flores, no es “lirismo” en el sentido superficial, sino poesía en su esencial significado de acto de creación. Es, por tanto, ciencia: señala el equilibrio del mundo. Esa hermandad es científicamente vida.
No andaban errados los griegos cuando llamaron “Averno” (que significa literalmente av-ornos, “sin pájaros”) a la laguna muerta por donde se entraba al Infierno. El Infierno, lugar de los que niegan la vida, comienza con la muerte de los pájaros.
PXS: El adjetivo “modernus” empieza a emplearse a partir del siglo IV d.C. y hace referencia a señas particulares de ese momento. Es entonces que se inventa un vocablo especial para definir lo propio de los días que vivimos. Ese neologismo latino implicó una ruptura en la percepción de la continuidad histórica. Dicha ruptura estuvo marcada por la expansión del cristianismo: atrás quedaba el mundo pagano. Se había producido, con la incisión de Dios en la historia, el advenimiento de un “tiempo nuevo”. A partir de entonces, moderno equivaldría a cristiano, y antiguo a pagano.
Actualmente, nuevas (por decirlo así) corrientes de pensamiento, especialmente en Europa, consideran que la modernidad es asunto del pasado, pues estiman la noción de post-modernidad que hay que vincularla a la “crisis” de los valores cristianos, y, consecuentemente, en la post-modernidad deberá prevalecer una interpretación atea del mundo. Es decir: el mundo antiguo fue pagano, el mundo moderno fue cristiano y el mundo post-moderno, que será ateo, ya está generando sus propios “valores”. El cristianismo –afirman– está en trance de experimentar la misma caída que el paganismo experimentó en su tiempo.
En una interpretación atea del mundo el individuo usurpa el rol de Dios: el hombre juega al dios que juega al hombre. Y el sentido de la historia –que en la modernidad proviene de Dios y se encamina hacia Él– bajo la supuesta corriente post-moderna despliega un devenir que tiene al hombre por principio y fin, un “eterno retorno” cuya única apoyatura es la voluntariedad personal. Ya no sería: “Padre, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Los valores trascendentes se cambian por valores inmanentes.
Los antiguos griegos y romanos tampoco tenían la noción del tiempo sucesivo y progresivo. Y algunas religiones orientales consideran que el tiempo es circular. Quizás la crítica más radical frente al tiempo la hacen los hinduistas, para quienes el tiempo es una ilusión, es “maya”. Pero es probable que en la actual noción histórica, haya ejercido una influencia particularmente fuerte el abatimiento de la ideología marxista y la evaporación del mito de una quimérica sociedad comunista al final del tiempo lineal.
PAC: El movimiento de la historia es la esperanza. Pero bueno, sobre el punto que mencionás, te señalo que el Reino de Cristo trasciende todas las liberaciones humanas, en el tiempo y en contenido: porque el contenido de la Redención es Él, el ser que perpetuamente nos hace trascender toda situación y superar toda solución humana. Cristo no deja al hombre estacionarse en ningún logro. Nos creemos en la cumbre y su voz nos grita: “Arriba, más arriba”. Él es el que nos dice: “Sed perfectos como mi Padre Celestial es perfecto”. Él es el amor que no cesa y la esperanza que salta sobre la muerte.
PXS: La esencia del problema del hombre es ser una finitud consciente. Allí está el elemento forjador de la identidad humana: su falibilidad. Lo que dijo Rubén Darío con aquel Centauro: “La muerte es la victoria de la progenie humana”.
PAC: El calendario y el reloj son invenciones, no de la observación de los astros, sino del hombre en el espejo de los astros y del mundo. Me reflejo. Me miro a mí mismo y esa mirada, esa reflexión o conciencia, descubre el tiempo, “la obra profunda de la hora, / la labor del minuto y el prodigio del año” que dice Darío.
Pero al descubrir el tiempo se me filtra la angustia porque me sé encerrado en algo más pequeño y más estrecho que yo mismo. Descubro mis límites. El tiempo del gato es del tamaño del gato. En cambio, yo siempre quiero más tiempo (y por tanto más espacio). Trasciendo esa medida.
Si digo: “Soy mi presente”, miento. Porque el presente se me destruye, se me escapa, se me hace pasado apenas comienzo a vivirlo. Cada “soy” se convierte inmediatamente en un “fui”.
Si digo: “Soy mi pasado”, miento. Porque ya no lo puedo recuperar. Al pasar se me enajena. Ni siquiera puedo recordar todo mi pasado; se me disipa en olvido. Ya no es mío ni en la memoria.
Si digo: “Soy mi futuro”, miento. Porque mi futuro es absolutamente incertidumbre. No obstante, lo específico del hombre es lanzarse sobre el mañana, aún sabiendo que en ese mañana está la muerte.
Y sin embargo algo mío subsiste sobre esos escombros. Sé que soy algo superior a mi propio desastre y que poseo una dimensión más allá de lo físico.
PXS: El cristianismo, entre todas las religiones, le concede una importancia única a la historia (v.g.: “Padeció bajo el poder de Poncio Pilato”, reza el Credo). La percepción cristiana posibilita una visión lineal de la historia, entendida como el proceso: Creación Encarnación y Resurrección de Cristo Reino de Dios. Pero el cristianismo no adora los procesos históricos, como el marxismo. Porque la historia es una extrapolación de la eternidad. Y como la orientación histórica no es más esencial que la orientación de las almas, el cristianismo está también interesado en la historia más allá de la historia: la metahistoria. Las coyunturas históricas moldean las convicciones; por eso las convicciones envejecen congénitamente. Pero la fe cristiana trasciende la dialéctica de este mundo y sus procesos de formación, deformación y reformación; y los trasciende porque es más que una aceptación cultural.
PAC: Lo que Dios premia con premio de eternidad es lo que hicimos por redimir el tiempo.
PXS: Me recuerda una famosa fórmula, aunque de menor alcance que la que acabás de decir, de Eliot: “Only through time, time is conquered: Sólo a través del tiempo se conquista el tiempo”.
PAC: La maravilla del mundo de la infancia es que el ojo del niño ve el mundo casi sin tiempo. Y esa visión infantil, que nos acerca por un momento de nuestra vida al borde del Paraíso, no es más que una prefiguración de lo que el ojo verá en la otra vida sin tiempo.
El animal vive su tiempo exacto. Está emparedado entre su nacimiento y su muerte. En cambio el hombre ensancha desesperadamente los límites, los muros de su tiempo biológico. A través de lo que heredé, vivo en mi pasado; retiro hacia atrás –¿por cuántas generaciones?– mi nacimiento. Así mi tiempo no comienza conmigo. Estiro mi estatura temporal. Me empino, me agiganto robándoles a mis padres, a mis abuelos, a mis antepasados, insaciable quiero nacer con Adán, y más antes, con los homínidos, con el monito antecedente y su secreto.
El mismo esfuerzo hace el hombre por robar futuro. La ancha zona central de la vida se emplea cumpliendo proyectos de mayor o menor plazo, en ejecutar acciones que nos lleven, cada día, hacia el mañana que por medio de ellas afirmamos.
Hasta hace poco toda edad buena, toda edad mejor, toda edad de oro, estaba en el pasado. Poco a poco el hombre fue desplazando su idea de la Edad de Oro del pasado hacia el futuro. No está mal el cambio: el hombre hereda recuerdo, pero hereda más esperanza. Pero el futuro no puede ser una cortina retórica para cubrir la falsificación del tiempo presente.
Hay que guardar la proporción entre las dimensiones de pasado y de futuro, de tal forma que el centro de la gravedad repose en un equilibrio que lleve el peso de la responsabilidad sobre el presente.
PXS: Santo Tomás de Aquino dice que “para Dios no hay nada futuro”. Para Dios los referentes pasado-presente-futuro, no tienen objeto de ser. Ello lo evidencia Dios cuando se manifiesta ante Moisés como Yhvh, “Soy el que soy” (Ex 3,14). Aún más, la frase es “Ejeyé asher Ejeyé”; y “Ejeyé” según algunos lingüistas utiliza la letra “vav conversiva” que vuelve simultáneos todos los tiempos. Dios habría dicho: “Fui, Soy, Seré, el que Fui, Soy, Seré”. Dada nuestra naturaleza, nos es imposible comprender la eternidad. La pobre experiencia temporal humana dista infinitamente de la existencia eterna de Dios, aunque el hombre vive un presente como espacio existencial configurado en parte por lo pasado y en parte por lo por venir. El ejemplo es limitado en extremo, no resiste paralelo, pero intento señalar que los hechos acontecidos (el pasado), como los no acontecidos (el futuro), tienen una influencia actual y, por tanto, existe analógicamente una confluencia de los tres tiempos históricos en el presente. El reflejo de esas intensidades que se dan en el tiempo es lo que llamamos historia.
Lo anterior es sintomático de una existencia humana a la “in-temperie” (en el tiempo), pero también “in-aeternum” (en la eternidad). De ahí que el espíritu del hombre es configurado y configurante. De ahí que toda persona ostente una lejanía omnipresente del principio y una proximidad ostensible del final.
PAC: Dios tiene fecha desde que María dice el “Fíat”, el “hágase”, al Ángel de la Anunciación. Dios se humilla a padecer un calendario. Lo eterno se sujeta al tiempo. Lo divino se hace humano. Lo infinito se somete a nacer y morir. Y porque María pone las fechas a Dios, la Iglesia ruega a Nuestra Señora el Festina Tempus.
En el milagro de las bodas de Caná, María dejó traslucir, con más luz que nunca, esa potestad que se le ha dado como mujer asociada a la Redención: acelerar el tiempo, adelantar la hora. Ella le pide a Cristo, en esa ocasión, un milagro. Él, que apenas comienza su vida pública, le dice que no le ha llegado todavía su hora. Ella, sin contradecirle, se dirige a los criados: “Hagan lo que Él les diga”. Y Cristo adelanta su hora y hace su primer milagro.
Es que Ella, por Madre, tiene el tiempo en la palma de la mano. En la oración infatigable de la Iglesia, en el Ave María, la humanidad pide a la Mujer: “ahora y en la hora...”. Por eso también, entre los primeros signos del Apocalipsis que contempla Juan en Patmos está “la Mujer vestida de sol”. Los primeros tiempos (Navidad de la Virgen Madre) como los últimos tiempos (Pietá de la Madre Virgen), están sobre sus rodillas. Ella es el Tiempo que tuvo en su vientre a la Eternidad.
Acuérdate de una letanía de Nuestra Señora: Reloj de Dios.
Dentro de las ruinas de este siglo y de las confusiones del mundo actual, si buscamos en los horizontes cerrados algún camino de salida, ninguna figura ha producido la historia –tan sencilla pero tan capaz de rescatar las esencias que devuelven al hombre la plenitud de lo humano– como esa pura y admirable muchacha judía quien un día tuvo con un ángel un diálogo trascendental que cambió la historia de la humanidad.