Desde su domesticación —hace alrededor de cinco milenios— el caballo ha sido nuestra compañía inseparable, transformando la forma en que nos transportamos, combatimos, trabajamos y nos relacionamos con el mundo. En ese transcurso de tiempo se ha transformado en mito, leyenda y criatura divina; su lomo llegó a convertirse en trono de reyes, cabalgadura que llevaba sobre sus lomos las armas de los guerreros y pagó por ello con su sangre preciosa. Ningún animal se ha entregado con tanta lealtad y pureza de alma a las empresas del hombre; lleno de brío, velocidad y fuerza comenzó con el ser humano una revolución solo comparable a la invención de la rueda o el dominio del fuego.
El caballo tuvo su origen en América, aunque se extinguió en ese continente por causa de las difíciles situaciones climatológicas de la era glacial y su consiguiente falta de pastura para su alimentación; los sobrevivientes poblaron Asia, Europa y África. Descendiente del diminuto eohippus y, tras 50 millones de años de evolución, se encontró con el homo sapiens; durante milenios, el caballo no fue más que una pieza de caza para servir de alimento al hombre primitivo; no obstante —en la Edad de Bronce—el ser humano se percató de que esta criatura podía convertirse en un elemento utilitario de gran importancia, por lo que empezó a emplearlo como bestia de carga.
La primera evidencia arqueológica de caballos utilizados para la guerra data de los años 4,000 o 3,000 a.C. en las estepas de Eurasia por parte de los hábiles jinetes escitas, quienes ocupaban las regiones de las actuales Rusia, Ucrania y Crimea. En esta zona, no mucho después de su domesticación, las personas comenzaron a vivir en comunidad dentro de grandes pueblos fortificados para protegerse del ataque de los jinetes de las estepas. Los escitas mantenían vivían en carretas cubiertas y luchaban con arcos y flechas a caballo, desarrollando una rica cultura caracterizada por tumbas opulentas, fina metalistería y un estilo artístico brillante.
Junto con grupos conquistados o que fueron asimilados en el área balcánica procedentes del área esteparia de Asia Central, de lo que actualmente es Mongolia, el caballo fue un animal sagrado y muy importante para los hunos, quienes lo consideraban una prolongación de su ser, logrando construir uno de los imperios más grandes de la historia gracias a sus caballos, que eran su medio de transporte, ya que vivían de forma seminómada. Los guerreros hunos tenían una relación muy cercana a sus cabalgaduras y, a menudo, los enterraban con ellos tras su muerte. El ejército huno contaba con decenas de miles de caballos y gracias a ellos lograron tener uno de los imperios más grandes de la historia.
Jenofonte, por el año 440 a.C., escribió la primera obra sobre el arte ecuestre que se llamó De la equitación, extendiendo su estudio al jinete y a la caballería, que era un cuerpo militar importante en los ejércitos aqueménida, griego, macedonio y entre las hordas bárbaras; en aquel entonces ya se jugaba al polo en Persia y había competencias de carros de dos o cuatro caballos a los que se denominaba bigas y cuadrigas.
Camino a Italia, los cartagineses de Asdrúbal pasaron por España con 20 mil caballos libios, la raza más estimada en aquellos tiempos; a la muerte de Asdrúbal, su cuñado Aníbal sacó de España —con objeto de vencer a los romanos— a 12 mil caballos marchando a través de los Pirineos y los Alpes. Los cartagineses hicieron mucho en favor del caballo español al introducir la sangre de los excelentes corceles libaneses y berberiscos. Durante la dominación bizantina, Constantino consiguió poner en marcha un ejército de caballería de 150 mil hombres; ahí apareció la silla con estribos, y el hierro de la herradura sustituyó a la defensa de cuero, el hiposándalo.
En la Edad Media los hijos de los señores de alcurnia eran enviados a los castillos a servir a otros nobles, primero como escuderos y luego como caballeros. En el campo de batalla, el caballo era una herramienta indispensable para la caballería, permitiendo una mayor movilidad y fuerza en el combate. Se estima que un jinete a caballo podía cubrir hasta 60 kilómetros en un día, mientras que un soldado a pie solo puede recorrer 30 kilómetros; esta diferencia era crucial en el combate, ya que significaba una ventaja para realizar ataques rápidos y sorpresivos, perseguir al enemigo y flanquear sus líneas.
Francia organizó el primer ejército conjunto de pueblos cristianos que debía rescatar la Tierra Santa del control musulmán, lo que daría lugar a las Cruzadas, las cuales tuvieron una duración de tres siglos y movilizaron a la caballería de toda Europa, lo que obligó a llevar a este continente sementales de Oriente para mejorar las especies de Francia, Italia y Alemania. En este sentido, la raza del caballo árabe era la más codiciada, cuyos orígenes se cuentan en la tradición oral musulmana; el mito menciona que Alá le regaló a Ismael cien caballos que salieron del mar y que se asentarían en La Meca, siendo Ismael el primer hombre capaz de montar y domar al caballo arábigo.
Por su parte, los caballos llegaron a Japón desde Asia continental en torno al siglo IV de nuestra era cuando razas de caballos provenientes de Mongolia fueron llevados a través de China y Corea, las cuales se distribuyeron por el archipiélago japonés, convirtiéndose en razas autóctonas kokunaiuma que, por norma general, se trata de caballos de dimensiones reducidas para el estándar occidental, pero que son especies más resistentes, dado que fueron empleadas para labores de labranza principalmente; no obstante, a partir de las guerras Genpei, también fueron comunes en el campo de batalla, desarrollando una profunda relación entre el caballero y su montura. La equitación, bajutsu, era una de las disciplinas fundamentales del samurái, pues el guerrero debía saber cabalgar, montar y desmontar, así como luchar desde el caballo, pudiendo disparar con el arco en todas direcciones, tanto cargando como batiéndose en retirada. Es imposible entender la tradición militar japonesa sin su equitación.
El caballo dejó honda huella en algunas de las batallas más emblemáticas de la historia europea como la de Hastings en 1066, donde la caballería normanda, liderada por Guillermo el Conquistador, fue determinante en la victoria sobre los sajones ingleses. Otro ejemplo fue la Batalla de Alesia en el 52 a.C., donde la caballería romana, bajo el mando de Julio César, rodeó y derrotó a las fuerzas de Vercingétorix. Incluso en las Guerras Napoleónicas del siglo XIX, la caballería desempeño un papel crucial en las Batallas de Austerlitz, Jena-Auerstedt y Waterloo.
El ejército napoleónico contaba con caballería pesada, media y ligera, al igual que la mayoría de los ejércitos de la época; la pesada estaba compuesta por coraceros y carabineros a caballo, la media por dragones y ulanos, y la ligera por húsares y cazadores a caballo. Napoleón tuvo 129 caballos para su uso personal, aunque la imagen de él montando un caballo blanco es incierta, ya que la mayoría de sus monturas eran grises, negras o alazanes.
En el continente americano prevalecía el Mustang, que era descendiente directo de los caballos llevados desde España para la conquista del Nuevo Mundo; los indígenas americanos comenzaron a poseer caballos que se escapan de asentamientos españoles y en el siglo XVIII fueron utilizados por las tribus de las praderas. Para 1730 la población nativa del noroeste americano dependía totalmente del caballo y las tribus Nez Perce y Palouse de Washington, Idaho y Oregon se convirtieron en sofisticados caballistas. También existía en Estados Unidos el american saddle horse, una raza que comenzó a criarse en los estados de Kentucky y Virginia durante el periodo colonial. La época de oro del cowboy comenzó en 1865 y terminó alrededor de 1890 con el inicio de las grandes rutas de transporte de ganado, en las que más de 25 mil bovinos de raza longhorn eran conducidos desde Texas hacia el norte de Estados Unidos.
Los caballos jugaron un papel significativo en la Revolución Mexicana, que tuvo lugar entre 1910 y 1920; durante este conflicto armado los caballos tuvieron los siguientes roles: como medio de transporte eran ampliamente utilizados por las fuerzas revolucionarias para moverse rápidamente por el extenso territorio mexicano; como caballería en combate eran esenciales porque los jinetes a caballo participaban en cargas y maniobras tácticas en el campo de batalla; como transporte de municiones, alimentos y otros suministros, ya que su movilidad permitía abastecer a las tropas en zonas de difícil acceso y, finalmente, como símbolo de poder, debido a que los máximos líderes revolucionarios se identificaban con la imagen del jinete a caballo, lo que simbolizaba su autoridad y su conexión con las raíces rurales del México profundo. Resultado de este conflicto social el caballo criollo mexicano prácticamente desapareció debido al uso excesivo en los combates, aunque logró sobrevivir en algunas partes rurales de nuestro país.
Hasta el siglo XX la caballería había dominado los campos de batalla, pero ya desde la Guerra Civil estadounidense, su valor en las confrontaciones bélicas fue disminuyendo a medida que la artillería se hacía más poderosa, reduciendo la efectividad de sus cargas de choque, por lo que en el Frente Occidental, durante la Primera Guerra Mundial, se puso de manifiesto que la caballería era casi inútil contra las armas modernas, confirmando que era difícil de transportar y abastecer; sin embargo, los militares utilizaron caballos principalmente para apoyo logístico, pues eran mejores que los vehículos mecanizados en el viaje a través del barro y para cruzar terrenos irregulares.
El empleo de caballos en la Primera Guerra Mundial marcó un período de transición en la evolución de los conflictos armados, dado que las unidades de caballería eran inicialmente consideradas elementos ofensivos esenciales de una fuerza militar; sin embargo, el desarrollo paralelo de tanques reemplazó a la caballería en las tácticas de choque. Ante la implementación de la guerra de trincheras, los alambres de púas y las ametralladoras, los caballos fueron utilizados para el reconocimiento y para transportar mensajeros, así como para arrastrar piezas de artillería, ambulancias y carros de suministro, por lo que el valor de los caballos, así como la creciente dificultad para reemplazarlos era tal que hacia 1917 se pensaba que la pérdida de un caballo era de mayor preocupación táctica que la pérdida de un soldado humano. Con el tiempo el bloqueo aliado impidió a las potencias centrales importar caballos para reemplazar a los perdidos, lo que contribuyó a la derrota definitiva de Alemania.
Durante la Segunda Guerra Mundial, un conflicto asociado a elementos más modernos como la aviación o los blindados, ciertamente los jinetes y sus monturas estaban viviendo sus últimos días de gloria en los campos de batalla; no obstante, los contendientes no dejaron de desplegar importantes números de unidades montadas en varios cometidos. A modo de ejemplo, dos ejércitos tan vinculados a la mecanización de tropas como fueron el alemán y el soviético emplearon, respectivamente, 2,750,000 y 3,500,000 de caballos entre 1939 y 1945. Aunque su uso principal fue para tareas logísticas (el transporte de tropas, artillería, material y, en menor medida, en tropas de caballería móviles) hubo ejemplos, como la carga de Krojanty, en los que se utilizaron en varios frentes.
La Wehrmacht estaba mucho menos motorizada que los ejércitos de Estados Unidos y Reino Unido porque ambos países tenían una gran industria automovilística y, lo que es más importante, tenía acceso a suministros de petróleo enormes. El ejército francés, por su parte, estaba más motorizado que el alemán en 1940, pero utilizó más de medio millón de caballos para remolcar sus piezas de artillería y en las unidades de caballería.
Símbolo de virilidad, nobleza, poder, velocidad y realeza, el caballo ha acompañado al ser humano en su peregrinar por los anales de la historia, de tal suerte que lo han montado mongoles, chinos, japoneses, árabes, griegos, romanos, cartagineses, caballeros, emperadores, conquistadores españoles, samuráis, indios, cowboys y revolucionarios. A continuación, les presento algunos caballos que ganaron fama universal —junto con sus célebres jinetes—, así como sus razas más emblemáticas y pelajes más comunes.
1. Bucéfalo
Caballo salvaje domado por Alejandro Magno (356 a.C.-323 a.C.) cuando contaba con 12 años de edad; su nombre significa “Cabeza de buey”, el cual se le dio por el aspecto redondeado de su cara y la considerable anchura de su frente, donde resplandecía una mancha blanca en forma de estrella. Filipo, Rey de Macedonia, padre de Alejandro, quería comprar este caballo salvaje de hermosa estampa, pero ninguno de sus jinetes era capaz de domarlo, de tal manera que decidió renunciar a él. Alejandro notó que la sombra del animal era el motivo de su miedo y, colocándolo frente al sol, logró que se tranquilizara para después subir a sus lomos. Habiendo visto la escena, Filipo exclamó: “Busca, hijo mío, un reino igual a ti porque en Macedonia no cabes”. Alejandro y Bucéfalo recorrieron miles de kilómetros, realizando múltiples conquistas en Asia Menor; este corcel murió a los 30 años por las heridas recibidas en la batalla del río Jhelum en 327 a.C. Alejandro fundó la ciudad de Bucéfala para honrar a su noble caballo en la provincia del Punjab, al noreste del actual Pakistán.
2. Strategos
Aníbal fue el hijo de Amílcar Barca, el general cartaginés que conquistó España, quien vivió entre los años 247 y 183 a.C. Aníbal era un gran jefe militar; sin embargo, lo que lo elevó a la categoría de mito fue su hazaña de atravesar los Alpes con un ejército de más de 50 mil hombres, 12 mil jinetes y medio centenar de elefantes. “Strategos” fue el caballo con el que culminó esta impresionante hazaña; se dice que era un animal impresionante, de gran alzada y color negro azabache, inquieto, agresivo en la carrera y manejable en el combate. El nombre griego de “Strategos” (General) responde a su origen, ya que Aníbal hizo que se lo trajeran de Tesalia, célebre por sus caballos, porque pretendía tener una montura equiparable al “Bucéfalo” de Alejandro Magno. “Strategos” cabalgó con Aníbal durante todas sus campañas militares, incluyendo la invasión de Italia, en donde derrotó varias veces a los romanos, obteniendo resonantes victorias en Tessino, Trebia, Cannas y Trasimeno.
3. Incitatus
A pesar de que los romanos no confiaban demasiado en la caballería de sus ejércitos y siempre prefirieron a sus legiones, eran amantes de las carreras de caballos. El dueño de Incitatus (Impetuoso) fue el tristemente célebre Cayo Julio César Germánico, apodado “Calígula” (12-41 d.C), quien estaba enamorado de su caballo de origen hispano; de hecho, estaba seguro de que le hablaba y era el único que no estaba dispuesto a traicionarlo. Tanto aprecio le tuvo, que le construyó un establo de mármol, un pesebre de marfil, un collar de piedras preciosas y una estatua de marfil. No solo lo colmó de bienes materiales, sino que lo casó con una hermosa y noble mujer de nombre Penélope. Además, lo nombró Cónsul de Roma; de esta manera pasó a la posteridad como la única criatura en haber sido dignataria de una potencia mundial.
4. Genitor
Nació en la casa de Julio César (100-44 a.C.); “Genitor”, que significa “Creador”, obtuvo su nombre en memoria del padre del futuro emperador, quien falleció cuando César tenía 14 años. Los augurios predijeron que el dueño del caballo sería el amo del mundo, por lo que, ante las predicciones, Julio César alimentó al animal, lo cuidó y no permitió que nadie, aparte de él, lo montara. César mandó levantar una estatua de él frente al templo de Venus Genetrix para que lo protegiera. Con Genitor cruzó el río Rubicón (frontera entre Italia y la Galia) la noche del 12 de enero del año 50 a.C., cuando se decidió a tomar el poder mediante una guerra civil contra Pompeyo. Cuenta la leyenda que, en vez de patas, Genitor tenía pies humanos y que sus pezuñas eran como dedos.
5. Lazlos
Fue el primer caballo que tuvo Mahoma, padre del Islam, a quien se lo regaló el gobernador de Egipto en los primeros años de la Hégira (época que marca el inicio del mundo islámico). Con Lazlos (“caballo del desierto”) hizo su primera peregrinación a La Meca. Se dice que este espléndido animal le inspiró a Mahoma su pasión por los equinos y lo motivó a escribir que “El diablo nunca osará entrar en una tienda habitada por un caballo árabe”; asimismo, Mahoma asentó en el Corán: “Cuantos más granos de cebada proporciones a tu caballo, más pecados te serán perdonados”; esto justifica la grandeza del corcel árabe y su relación con el hombre, la cual se ha mantenido a lo largo de 14 siglos.
6. Babieca
Fue criado en un convento español y es uno de los caballos más famosos de la Edad Media; se cuenta que era un caballo obediente, ágil y lleno de brío, ideal para la guerra. Su figura está unida a la de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador (1043-1099 d.C.), quien fue un adversario temible de los moros que ocuparon España durante ocho siglos. El animal le fue regalado por el rey Alfonso VI de León y Castilla como recompensa por sus servicios tras derrotar al rey de Sevilla. Habiendo muerto su amo, Babieca fue llevado a San Pedro de Cárdena, a 10 km de Burgos, y murió a la inusual edad de 40 años (un corcel vive alrededor de tres décadas).
7. Dug
Gengis Khan (1167-1227 d.C.) conformó el mayor Imperio que jamás ha existido, el cual se extendía desde el Mar Caspio hasta el Mar de Japón. Los mongoles eran un pueblo guerrero en el que todos los hombres se entrenaban para la guerra, por lo que contaban con una tradición de caballería muy antigua. Dug (“tormenta”), un negro garañón, era el corcel favorito de Gengis Khan, el cual llegó a sus manos como regalo de bodas de su suegro cuando desposó a Burte. Dug fue su montura en las incursiones que lo llevaron a conquistar China y la leyenda le atribuye la capacidad de comer carne humana; asimismo, fueron proverbiales su paso veloz, su valor en la batalla y la fidelidad a su amo. Cuando Dug murió a causa de una infección pulmonar, Gengis Khan lo enterró con honores y lloró desconsoladamente por él.
8. Molinero
El caballo fue reintroducido al continente americano por Hernán Cortés, quien llegó a las costas de Veracruz en 1519 con 16 ejemplares. Molinero, de raza árabe-española, acompañó a Cortés en la Conquista de México y se le recuerda en este episodio: al quedar frente a Moctezuma, Cortés bajó de Molinero e intentó abrazar al emperador azteca; dicho acto le fue impedido, ya que al monarca de los aztecas se le consideraba una divinidad. El conquistador se conformó con echarle al cuello un collar de piedras de vidrio; como intercambio Moctezuma le ofreció dos collares de caracoles rojos con ocho camarones de oro cada uno.
9. Marengo
Tordillo de raza árabe con una alzada (altura desde el suelo hasta la línea superior del tronco) de 1.45 m que había sido parte de un botín en Abukir, Egipto; llegó a Francia a la edad de seis años en 1799. Es el corcel más conocido del emperador Napoleón I, quien contaba con 130 caballos para su uso personal. Marengo es recordado como un caballo de constitución férrea, veloz y manejable; se dice que permanecía tranquilo durante los disparos de armas de fuego durante el combate. Fue herido en batalla ocho veces a lo largo de su vida y finalmente fue capturado por los británicos después de la batalla de Waterloo y llevado a Inglaterra donde murió a los 38 años. Su esqueleto se encuentra en el National Army Museum en Sandhurst.
10. Palomo
Era el nombre del caballo de Simón Bolívar, libertador de Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y fundador de Bolivia; Palomo era un enorme caballo blanco, de gran estatura, con una cola que le caía casi hasta el suelo. En vísperas de la batalla en Pantano de Vargas, en la campaña libertadora de la Nueva Granada de 1819, un colombiano llamado Juan le regaló a Palomo, diciéndole: “Mi General, aquí tiene a su potro, se lo manda Casilda, quien le quiere decir que su sueño con el potro y el General victorioso se hará realidad”. El Libertador dirigió sobre Palomo la Batalla de Carabobo y vio cómo los españoles abandonaban su patria. Se dice que Bolívar “bautizaba” todos los días a "Palomo" con agua de colonia que hacía traer de Alemania.
11. As de Oros
El General Emiliano Zapata le extendió una invitación al Coronel Jesús Guajardo, quien fingió enemistarse con el Gobierno, para que se uniera a las fuerzas del Ejército Libertador del Sur. Zapata le pidió a Guajardo que tomara el pueblo de Jonacatepec para mostrar su lealtad; las huestes del coronel simularon un ataque al poblado con balas de salva. Ese mismo día por la tarde, en la estación del tren, Guajardo conoció a Zapata y le obsequió un hermoso alazán llamado “As de Oros”. Al día siguiente (10 de abril de 1919), invitó a Zapata a comer en la hacienda de Chinameca y este asistió con una escolta de 10 hombres. Al llegar ahí se tocó el clarín para hacerle los honores al General; sin embargo, era la señal para que le dispararan amansalva. Al retirarse, Jesús Chávez, uno de los acompañantes de Zapata, pudo sacar al caballo, el cual, a pesar de haber recibido siete balazos, logró sobrevivir.
12. Grano de Oro
Fue, junto con Siete leguas —también llamada “Muñeca” —, uno de los caballos de “Pancho Villa” (José Doroteo Arango Arámbula), uno de los principales y más discutidos caudillos de la Revolución Mexicana, quien nació en 1887 en San Juan del Río, Durango, y murió acribillado (1923) en Parral, Chihuahua. “Grano de Oro” era un caballo de mediana estatura, pero muy fuerte y valiente; su fama trascendió a la historia y en la actualidad es uno de los personajes con más canciones y corridos escritos a su memoria: Las metrallas enemigas/ y hasta uno que otro cañón,/ los lazaba Pancho Villa/ en plena Revolución.../ ‘Grano de Oro’ los jalaba/ relinchando de valor.
13. Eclipse
Nació el 5 de abril de 1764 y fue el más célebre caballo de carreras; era un pura sangre que fue criado por el duque de Cumberland, Inglaterra, y al morir formó parte de la cuadra del Capitán O'Kelly. Fue llamado “El Invencible” porque jamás perdió una carrera, ganando las 18 competencias en las que participó y en las que cubría una distancia de 6,400 m con jinetes que pesaban hasta 70 kg. Cuando dejó de competir, Eclipse fungió como semental y en 1789 murió a los 26 años; su cadáver sirvió para un estudio anatómico, cuyos resultados fueron sorprendentes porque tenía un gran desarrollo muscular, huesos que tenían la consistencia del acero y un corazón que pesaba 13 libras. Eclipse engendró 344 ganadores y sus descendientes participan actualmente en todos los hipódromos del mundo.
14. Arete
Vio la luz primera en 1938 en Colotlán, Jalisco y, por tener una hendidura en una de sus orejas, recibió el nombre de “Arete”. Este animal era un precioso alazán tostado de soberbio porte que tenía el infortunio de ser tuerto del ojo izquierdo a causa de un mal genético y por dicha discapacidad era despreciado por todos, por esto el presidente Miguel Alemán le prohibió al teniente Humberto Mariles Cortés que lo llevara a la gira europea con miras a los Juegos Olímpicos de Londres 1948, ya que pensaba que pondría en vergüenza al pueblo de México; sin embargo, Mariles decidió desobedecer al presidente metiendo clandestinamente a Arete en la cuadrilla de saltadores, brindando en Roma una espectacular demostración de sus virtudes, al grado de que el Papa Pío XII se convirtió en su admirador. Pese a ello Mariles, que por cierto era oriundo de Parral, Chihuahua, fue increpado por el embajador Antonio Armendáriz, quien le ordenó regresar a México porque el presidente estaba muy disgustado con su desacato e, incluso, le informó que había una orden de arresto en su contra. Haciendo caso omiso, el teniente desobedeció la instrucción y se enfiló rumbo a Londres para participar en los Juegos Olímpicos; ahí el 14 de agosto, Mariles y Arete —en el estadio Wembley— ganaron la medalla de oro en salto individual y luego otra presea dorada en salto por equipos, dándole a México sus dos primeros oros en su historia olímpica. Al presidente Alemán se le olvidó el enojo y todos creían que Arete tenía una brillante carrera hípica; sin embargo, en febrero de 1952 fue pateado por El Cordobés, un caballo argentino con el que jugaba. El golpe lo dejó tan mal herido de la clavícula, que tuvo que ser sacrificado el 4 de ese mes y sus restos fueron depositados con honores en el jardín del Centro Deportivo Olímpico Mexicano.
b. Razas
El más elegante.
• Andaluz. Origen: España. Los primeros datos son de la época preglaciar, después se cruzó con el berberisco.
El más antiguo.
• Akhal-Teké. Origen: Turkmenistán. Es una de las razas más antiguas que se conocen y una de las que conformaron al árabe. Se tiene constancia de su cría desde 500 a.C.
El moteado.
• Appaloosa. Origen: Estados Unidos. Proviene del caballo español; empezó a ser seleccionado por los indios Nez Perce que vivían en la región noroeste de EE.UU.
El más veloz.
• Árabe. Origen: Arabia. Es una raza fundadora y de las mejor reconocidas del mundo por su característico pelaje de base gris.
El nacional
• Azteca. Origen: México. La Revolución Mexicana agotó al caballo criollo mexicano; 50 años después se procuró una raza nacional mediante cruces de caballos andaluces y cuarto de milla.
El resistente.
• Bereber. Origen: Argelia y Marruecos. Sus orígenes se mezclan con los de las poblaciones del norte de África.
El militar.
• Budyonny. Origen: Rusia. Debe su nombre al mariscal Semyon Budyonny, héroe de caballería durante la Revolución Rusa; surgió primeramente como caballo militar.
El más rudo.
• Camargue. Origen: Francia. Raza antigua que ha habitado la delta del Río Ródano por siglos; fueron usados por fenicios, romanos y gallegos.
El indómito.
• Darashouri. Origen: Irán. Proviene de la provincia de Fars y ha sido criado sin cuidados por mantener las características de su raza.
El poderoso.
• Frisón. Origen: Holanda. Desciende de los primitivos caballos de los bosques europeos; los romanos ya lo conocían y lo consideraron un animal poderoso de trabajo.
Buen saltador.
• Gotland. Origen: Suecia. Se cree que es la más antigua de las razas escandinavas; probablemente sus antepasados eran caballos salvajes de Mongolia.
El de tiro.
• Holstein. Origen: Alemania. Ha vivido en las tierras pantanosas de Schleswig-Holstein desde el siglo XIV; al principio era un caballo pesado, fuerte, pero se ha criado con razas más ligeras y refinadas.
El pesado.
• Irish Cob. Origen: Irlanda. Es pesado y esta raza procede de un caballo de origen nórdico extinguida hace más de 800 años.
Paseo y doma.
• Lipizzano. Origen: Austria. La región de Lipizza es su lugar de nacimiento y surge en el siglo XVI por los cruces entre andaluces, napolitanos y árabes con yeguas Kladruber y Frederiksborg.
De rejoneo.
• Lusitano. Origen: Portugal. Montado desde hace más de 5,000 años, es el más antiguo caballo de montar del mundo.
El primitivo.
• Tarpán. Origen: Mongolia. Fue domesticado hacia el 3,000 a.C. por pastores nómadas de Asia Central; con él los mongoles invadieron China y Europa.
El salvaje.
• Mustang (cimarrón o mesteño). Origen: México y Estados Unidos. Deriva de caballos de origen español llevados por los conquistadores al Nuevo Mundo y que, a partir del siglo XVI, formaron manadas salvajes que vivían en libertad.
El más alto.
• Percherón. Origen: Francia. Procede del distrito de la Perche y desciende de un antiguo caballo autóctono; tiene sangre sarracena de caballos capturados en la batalla de Poiters.
c. Color de pelaje
Tordo: No es completamente blanco, sino una mezcla de pelos blancos, grises y negros.
Castaño, zaino o mulato: Marrón oscuro, a veces casi negro; crin y cola negras.
Bayo: Blanco amarillento.
Palomino: Marrón muy claro, cola y crin claras o blancas.
Alazán: Crin y cuerpo de tono marrón claro o rojizo, como pelirrojo.
Roano: Pelos de colores que pueden ir desde el alazán hasta el blanco o el negro, con diversos tonos.
Appaloosa: Existen muchas variedades de esta capa, pero el rasgo común es una zona moteada, que puede ser sólo la grupa o el cuerpo entero.
Blanco: Todo el cuerpo debe ser de color blanco, sin ningún otro tono.
Negro: Se admiten zonas blancas en pies y cabeza.
Isabelo: Cuerpo de color crema y la crin y la cola de un color más oscuro, pero distinto a un caballo que posee una capa baya.