"Misógino" u "odiador de mujeres" es un título bastante significativo y honorable. En general, pienso que personas como [August] Strindberg son los principales y más grandes misóginos. Tales personas afrontan repetidamente un destino terrible con las mujeres, pero no pueden abandonar por completo su fijación con ellas, por lo que cuando una vez más se acercan a estas, una vez más se encuentran con un destino terrible, y a medida que su odio combinado con su amor aumenta cien veces, extienden su Hassliebe (amor-odio) hacia las mujeres, tanto individualmente como en general. El misógino llega a trascender un punto de vista intuitivo para adoptar uno puramente filosófico, y su cosmovisión está completamente teñida con el tono del desprecio a la mujer.
Estas personas son verdaderamente dignas del título de "misógino". Sería presuntuoso de mi parte llamarme así, por eso nunca me he definido como tal. Sin embargo, el bondadoso público me ha reconocido como uno, por lo que me veo obligado a escribir un texto como este.
Al decidirme por esto, un amable amigo mío se apresuró a aconsejarme que no debía escribir este manuscrito. Dice que mis novelas no se venderán. Incluso yo sé que la mayoría de los lectores de novelas son mujeres. Como dice [Albert] Thibaudet, la novela nació en la sala de estar de la mujer. La novela "es como el hombre nacido en la habitación de la mujer y es el género que un día se convertirá en rey". Pero en el presente, cuando el género de la novela se ha derrumbado por más de la mitad, es seguro que todavía hay motivos para dudar de si la novela es para mujeres.
Incluso habiendo recibido tal consejo, tengo que escribir la verdad. En general, en lugar de considerarme un misógino, simplemente pienso a la antigua que "las mujeres no deben ser tomadas en serio". Las mujeres son inferiores, y rara vez he conocido a una mujer que no sea tonta (esto naturalmente incluye a las tontas brillantes). En verdad, además, le tengo miedo a las mujeres, pues a lo que más temo de los hombres es al hombre necio. De hecho, no hay nada más espantoso que un tonto. Como nota, debido a que también hay graduados tontos y muchas personas inteligentes que no han recibido educación alguna, no estoy tomando en consideración el logro educativo en absoluto.
Habiendo dicho esto, seguramente surgirán mujeres que dudarán de mis palabras, y se apiadarán de mí como un hombre desafortunado que nunca ha conocido a una mujer verdaderamente inteligente. Pueden afirmar aquello. Sin embargo, esas mujeres, es decir, las mujeres que viven constantemente con la ilusión de que son excepciones individuales de la regla, son de hecho las mujeres más tontas que puede haber.
Los vestigios sin sentido del espíritu caballeresco se ganan el ceño de los viajeros japoneses en todas partes de Occidente, pero el hecho de que tales tendencias se estén extendiendo en Japón estimula mi sincera preocupación patriótica por el futuro de Japón. Incluso le abro las puertas a las mujeres, les dejo entrar primero a los autos, y les doy un brazo al cruzar la calle como una forma de compromiso con el mundo, pero por dentro les digo que coman mierda. En general, incluso atendiendo a la esperanza de vida media, las mujeres necesariamente viven más que los hombres, y es extraño que los seres humanos de corta vida deban cuidar de los de mayor longevidad.
[Henry de] Montherlant se burló e insultó a las mujeres, y este joven noble seguramente estaba lleno de indignación por el espíritu caballeresco. Sin embargo, dado que no intentó rebelarse contra el espíritu cristiano, que formó el útero del espíritu caballeresco, sus novelas son extremadamente tibias y resultan cómicas para un japonés. Mi misoginia seguramente tiene raíces profundas en el anticristianismo. Por lo tanto, veo al cristianismo como lo más dañino que el Japón moderno ha adoptado de la civilización occidental.
Las mujeres no tienen conexión con el espíritu abstracto. En la música y la arquitectura nada decente ha salido de manos femeninas, que siempre manchan las transparentes estructuras abstractas con una sensibilidad pegajosa. Una ausencia de capacidad organizativa, un exceso de sensibilidad, trivialismo, una especificidad sin sentido y un realismo de bajo grado: todos estos son defectos femeninos y, en las artes, un estilo femenino es sin duda un “mal estilo”. No puedo dejar de maldecir la historia literaria de Japón, que ha continuado sin cesar con húmeda sensibilidad.
Aunque la abstracción es en un aspecto la capacidad de conocer la moderación y la restricción, porque las mujeres carecen de estas cosas, incluso las mujeres masculinas como George Sand escriben y se enorgullecen de obras tediosas e ilegibles sin principio ni fin. Amo al Nōgaku más entre las artes japonesas, pero su principio de moderación se debe completamente a la invención del hombre. Al escuchar recientemente que hay escuelas que permiten a las mujeres ingresar al escenario del Nōgaku, me he asombrado ante su falta de principios.
Mi odio al romanticismo proviene enteramente de mi odio a las mujeres. Obras llorosas, historias de sollozos, suicidios compungidos, lamentos de soledad; cosas que adulan a las mujeres y son la degradación del arte.
De hecho, la degradación del arte es por completo resultado del avance de la mujer en la sociedad. Cuando las mujeres se quejan de algo, los artistas masculinos sin carácter ni temple siempre se han comprometido y sometido a ellas. El hecho de que la Francia feminista haya demorado tanto tiempo en conceder el derecho al voto a las mujeres se debe a que Francia sabía lo que es el arte. ¡Ojalá atar a las mujeres del gobierno, de las artes y similares y arrojarlas al mar en la bahía de Tokio! En cuanto a las mujeres que muestran su verdadero rostro en público, como sucedía en la antigua Grecia, las prostitutas sofisticadas son suficientes. La corrupción de la moral también se ha producido por parte de las mujeres. Hablamos de una moralidad que reduce la capacidad de los hombres para obrar y los une a una existencia sexual que es producto de la mentalidad femenina, y países como Estados Unidos ya han sufrido daños espantosos gracias a las mujeres. Los humanismos malvados son siempre femeninos. Esa moralidad particular de los hombres, la moral de Roma, fue distorsionada por el cristianismo en una moral humana universal.
La corrupción de la moral comenzó en ese momento, inició entonces la neutralización de la moralidad. Cosas como la monogamia son sofisterías míticas que ignoran la distinción entre sexo y moralidad. Las mujeres se obsesionan con eso. Se fijan en ello desde una perspectiva humana. El hecho de que a las mujeres se les diera este punto de apoyo hizo que la moral de los hombres colapsara. Los hombres perdieron la integridad de los romanos y aprendieron a mentir. Los hombres aprendieron eso de las mujeres. La moral cristiana contiene fundamentalmente hipocresía. Esto se debe a que su objetivo moral, la humanidad universal fabricada, radica en la igualdad de los hombres ante Dios. Contrariamente a esto, en el mundo pagano de la antigüedad, ser humano era ser hombre. Los hombres tenían responsabilidades morales tan sólo después de la mejora de la virtud viril. Esto es así porque es parte de la función de los hombres comprender la estructura del mundo, ayudar a su desarollo y querer conquistarlo. Como resultado de que los hombres hayan perdido este orgullo, los hombres se han permitido el abandonar su posición de entendidos en moralidad, mientras que mujeres se han permitido quejarse e interferir en la moral y, finalmente, creo que esto ha generado el colapso moral de hoy. Dicho de otra forma, los hombres han escapado de la responsabilidad moral gracias al avance social de la mujer.
El día en que las propias mujeres se den cuenta de eso, así como sólo hay una pequeña diferencia entre el sadismo y el masoquismo, también hay una pequeña diferencia entre la galantería hacia las mujeres y la misoginia que seguramente todavía nos es distante. Las mujeres son tontas, por lo que probablemente no se darán cuenta. No tengo por intención engañar a las mujeres, por eso hablo directamente sabiendo que de este modo seré odiado, pero mientras las mujeres no se den cuenta de esa verdad, la victoria de los hombres que se dedican al engaño continuará por algún buen tiempo. Enorgullecerse del uso del engaño es vergonzoso como hombre, y estos métodos son, naturalmente, una mala imitación de los métodos de las mujeres, pero a pesar de todo, son los métodos más efectivos. El vizconde de Valmont de Las amistades peligrosas es un muy versado maestro de la galantería, es decir, en su determinación. La cortesía por la cortesía no está relacionada. Valmont dirigiría cada palabra de culto a la mujer con la mayor sinceridad, movilizaría por completo los halagos que encantan el corazón de las mujeres, y luego, una vez que una mujer se hubiera confiado a él, la descartaría como a un par de zapatos viejos sin mirar atrás. Las mujeres pueden sostener que, en comparación con estas, aquellas como las feministas que toman el feminismo sin intencionalidad haciendo de este una fachada son espiritualmente impotentes. Las mujeres que piensan que esos hombres son aliados de las mujeres son tontas aún más irremediables que las que piensan que el vizconde de Valmont es un aliado de las mujeres.
El mayor desprecio por las mujeres está contenido en la naturaleza del deseo masculino. Las mujeres que encuentran fallas en el desprecio de la misoginia son inocentes de eso.
Esto es algo de lo que todo hombre tendrá memoria, pero el hecho de que, a pesar de que en sus años de infancia se sintieron preocupados por la malicia, la deshonestidad y el egoísmo de las mujeres y aun sabiendo que no hay animal tan desagradable como la mujer, sus ojos están completamente cegados por la lujuria desde el momento de su despertar sexual. Cuando luego se casan y descubren una vez más la malicia, la deshonestidad y el egoísmo de las mujeres, lo confunden con un gran descubrimiento que han hecho por primera vez en sus vidas, porque han olvidado por completo sus recuerdos anteriores. Me parece a mí un asunto inútil.
La mayoría de los animales se ocupan de esto de manera más eficaz. Ojalá los seres humanos también tuvieran un método de apareamiento más adecuado.
Creo que en general las mujeres pertenecen a la clase baja mientras que los hombres corresponden una cierta clase alta, porque creo son los hombres responsables de la creación de la cultura concentrando las energías sobrantes de la función reproductiva. Las hormigas se casan en el momento y tras aparearse el macho, que ha cumplido con su papel, muere inmediatamente. Si el papel esencial del macho fuera la reproducción, entonces hubiera sido mejor que los hombres, imitando a las hormigas, murieran inmediatamente después del primer polvo. Omne animal post coitum triste (todos los animales se encuentran tristes después de la copulación): esto seguramente es lo que queda del sentimiento de impotencia y las huellas de la premonición de la muerte tras el sexo. Pero en general es norma que esta tristeza sea escasa en las mujeres e intensa en los hombres, y la cultura humana nació del exceso de estas emociones, de esta tristeza, de este sentimiento de impotencia y presagio de muerte. En consecuencia, no sólo las artes, sino la cultura en sí misma es, naturalmente, un lujo. Porque ahí radica la base de la conciencia del artista como superflua. Preocuparse de que uno sea superfluo equivale a preocuparse de que se sea humano.
A raíz del placer, sin la premonición de un embarazo y sin la esperanza de criar hijos, los hombres se quedan solos. Esta soledad fue el útero de la cultura productiva. En consecuencia, las mujeres son incapaces de saborear la experiencia original del arte y la cultura de manera más amplia. Paralelamente al progreso de la cultura, quienes llevan de manera innata esta conciencia de la soledad nacen como artistas y se convierten en especialistas del arte. Cuando conozco mujeres aspirantes a artistas, en particular actrices y cantantes, no puedo dejar de pensar en por qué no se dan cuenta de que, en las mujeres, la genialidad es teóricamente imposible.
En todos los aspectos, las mujeres no conocen a la Mujer. Terminan teniendo que ser enseñadas por los hombres todo sobre lo que significa serlo. Hay muchos hombres que tienen gusto por la enseñanza, así que de alguna manera se llevan bien, pero, así como quien se ha olvidado de que lleva puestas las gafas y las busca frenéticamente, las mujeres siempre se olvidan de que están usando las gafas de Mujer (¡A veces deliberadamente!).
No hay función tan impaciente, y no hay espectáculo tan poco interesante, aburrido y enfadoso. Me niego a relacionarme con personas que carecen de tal conocimiento. Intenta asociarte con ellas de manera descuidada y verás cómo se enfurecerán y te preguntarán dónde es que dejaste sus gafas.
Pero cuando las mujeres hayan entendido claramente su naturaleza, probablemente serán algo muy diferente de la Mujer de hoy.