Existen dos formas antagónicas de entender la política: una es un arte superior de la conducción de los hombres y otra es una serie de maniobras turbias para ocupar el poder mediante la traición y la deslealtad.
Entrando el año murió el historiador y escritor don Celerino Salmerón (1920-2013), uno de mis maestros esenciales en mi etapa de cierto fundamentalismo católico.
Conocí al profesor Salmerón y fui uno de sus discípulos por su generosidad. Y admiré su santa cólera, que le valió en mixteco el término de mixtoquijxi: que significa gato salvaje, en su arte polémico. He tratado luego con varios maestros, mas ninguno con todas sus virtudes me recuerda más a esa imagen paradigmática que Salmerón.
El maestro es quien marca el camino con su ejemplo, quien nunca desmaya, el que está en el centro del alma, el que uno mira rodeado de su aura luminosa. En ello quizá también influyó que fue determinante en mi primera juventud.
Campesino mixteco, apegado a la tierra y la sangre, estudió en el Seminario de Chilapa, Guerrero, latín, gramática, literatura y filosofía. Pasó luego a adentrarse en la historia de México. Militó en el sinarquismo, donde tuvo responsabilidades de envergadura. Fundó las Falanges Tradicionalistas Mexicanas y fue director durante 20 años de la Hoja de Combate, publicación que analizaba la actualidad política y la defensa del catolicismo ante las tendencias progresistas en sus diversas variantes.
Ahí escribí como a los 16 años un homenaje al profesor Salmerón, que pasó la censura de don Salvador Abascal, el jefe mítico del sinarquismo y director de la Editorial Jus.
Polemista
Escribió tres libros muy significativos: Las grandes traiciones de Juárez —emblemático y el más importante al lado de El verdadero Juárez, de Bulnes—, El general Guerrero y En defensa de Iturbide.
Se podría pensar que Salmerón encarna el pensamiento reaccionario en los términos en que lo define Cioran tratando a Joseph de Maistre: “El retorno a una edad mítica e indestructible a la que sólo se llega por la fe, el dolor y el sacrificio (…) La reacción es un levantamiento radical contra un mundo que ha expulsado el cielo en la tierra”.
Ciertamente definió una postura que Maestre, y en su época final Julius Evola, reivindicarían como contrarrevolucionaria; esto es, el mundo moderno y su subversión de los valores tiene que ser destruido desde los cimientos, sin ningún miramiento, y con ello las instituciones derivadas del demoliberalismo y de todo materialismo, particularmente el marxista. En ello va un atrevimiento supremo: enfrentar los puntos más importantes de una civilización derivada de la Reforma protestante y del relativismo filosófico.
Se entregó a escribir y a la formación. Al estudio del conservatismo, entendido este como “una doctrina que se actualiza en el tiempo, pero cuyo origen no es obra de la especulación, sino de un orden de derecho divino”. Igualmente, el corporatismo como un acto de justicia social descartando la lucha de clases por la vía del nacional catolicismo. Hispanista acendrado, paradójicamente nunca visitó España.
Hombre dedicado al magisterio, enseñaba el arte de la prosodia, el cuidado de los libros y la defensa de la verdad histórica.
Alguna vez en que la adversidad y su vida de muy digna pobreza lo llevaron a situaciones extremas, me dijo que, como el escritor León Bloy, “estoy dispuesto a morirme de hambre con toda mi familia”.
Don Celerino Salmerón es la encarnación de las más altas virtudes de la civilitá y uno de los historiadores y polemista católico más destacados del vigesémico.