El hombre que ha llegado a ser libre, y mucho más el espíritu que ha llegado a ser libre pisotea la despreciable especie de bienestar con que sueñan los tenderos, los cristianos, las vacas, las mujeres, los ingleses y demás demócratas. El hombre libre es un guerrero.
F. Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos.
Muchas veces el ser humano se enfrasca en el presente continuo, y tras este efímero flujo, olvida lo que el pasado y más importante el futuro tiene que ofrecer. Los tiempos sociales y tiempos humanos son dispares; en un inicio, lo social aparece después de lo humano; parecido al trueno y al rayo. Toda época marcada por un régimen no vive en dicho régimen; sino que, apenas vive bajo los efectos del pasado, siendo influyente hacia el futuro.
El periodo del fascismo y nacionalsocialismo (ns) del siglo XX, no fue una época fascista y ns en estricto sentido; es, en cambio, la época de la decadencia burguesa, de aquella desesperación suscitada de la derrota de los imperios alemán, italiano, austrohúngaro y ruso. Pero, si el fascismo y ns es la amargura de los marginados y derrotados de la primera guerra mundial; ¿qué época vivimos en el siglo XXI? ¿La americanósfera, chinósfera, rusósfera?, no, pues, es el posmodernismo o posfascismo.
Según Roger Griffin, el fascismo es el cénit del modernismo, es el conjunto de esfuerzos, velocidades y fuerzas industriales al único fin productivo y su posterior derroche en guerras; es el gran desarrollo milenario de la humanidad; es su última oportunidad por así decirlo, de demostrar el proyecto ilustrado europeo. Pero, tras el fracaso y derrota del sistema fascista, comienza una época de disolución, parecida a la caída de Roma, donde el barbarismo resurge y balcaniza las identidades y creencias de todo tipo.
Siguiendo esta narración, para observar los efectos y características reales del fascismo, no debemos señalar las cosas propias de su “época” pues encontraremos puros resquicios modernistas; nacionalismo, producción, militarismo, clasismo, antropocentrismo y por supuesto progresismo; en cambio, en sus bosquejos ideales (es decir lo que se buscaba que fuera y no lo que fue) es donde están los efectos reales del fascismo, es decir, el mundo de hoy; en efecto, estamos en el mundo posfascista, ideado y moldeado por él.
El romanticismo fascista nace de la derrota de los imperios europeos de la primera guerra mundial, no son las propuestas y refritos modernos del fascismo lo que es el fascismo, sino lo que quería ser de verdad. El fascismo como vanguardia tiene varias características:
1. Nihilismo;
2. Resignación en la derrota;
3. Visión negativa o reactiva del mundo;
4. Visión anárquica o guerrera de la vida;
5. Romanticismo;
6. Cinismo;
7. Amor a la muerte;
8. Visión estética de la vida o de belleza;
9. Ultra individualismo intolerante;
10. Antihumanismo, y
11. Espiritualismo metafísico.
Comencemos, pues a explicar cada punto.
1. Nihilismo: la perdida, derrota y la degeneración que trajo consigo (y sigue trayendo) el desarrollo tecnológico, es la carga que rompe "las cadenas del ser" y el "desencantamiento del mundo", en un mundo material y acomodado "dios ha muerto" tras esto, la nada aparece. Ya sea por el simple hecho de vivir marginado o erigir nuevos dioses (mercado, marcas, consumo, raza o partidos) El sujeto fascista y posmoderno no cree en nada, más que en estímulos, dolor, placer, miedo, deseo, y estos como fin en sí mismos. Las marcas venden el nuevo ídolo, en consonancia a lo que el partido extremista hacía al poner al caudillo, da igual en cualquiera de los dos casos; no importa nada, solo el momento: "YOLO", memento, morí, viva la muerte, esta actitud pasa de todo. El eterno retorno es la máxima del nihilismo tan actual como en las trincheras de la guerra.
2. Resignación en la derrota: con cada vez menos oportunidades en un mundo cada vez más indiferente y competido, sin proyectos a futuro claros ni valores eternos, es más común, no pensar en el éxito y conquistas, victorias ni ganancias, es más el sujeto calculador ganador es ridículo feminoide y un cobarde, como afirmaba Mishima. La crisis es el caos, es depresión, es guerra y en la guerra siempre se pierde y se sufre; así existe una resignación de los más oscuros sentimientos. La actitud es trágica, lo trágico es que se realice lo improbable y desafortunado, pero en la liquidez de la victoria hay una liberación y un aseñoramiento de uno mismo, algo que se diluye en la perdida. Hoy en día nadie ya piensa en esperanzas, por más que la democracia se esfuerce en aparentar con sus horribles mensajes publicitarios, hoy en día se tiene un pesar ante la vida y se busca la nada, la finitud, lo momentáneo y la muerte misma; sobre todo la risa y la diversión. Parecido a un fascista solo un nini.
3. Visión negativa y reactiva del mundo: Todo lo que provenga fuera de la visión subjetiva de la persona es rechazado, o bien, la visión objetiva de cada persona se basa en el rechazo de otras posturas, o sea, es reactiva. Así, ideas posmodernas como la LGBT, el feminismo, animalismo, lo queer, el aceleracionismo, el digitalismo y el consumismo son ideas reactivas con tendencia al negativismo o negación de otros valores, son ideas de combate. Estas ideas reaccionarias y críticas, en suma, se forman desde y hacia la destrucción y/o deconstrucción, sin propuestas o metas claras, pero con una visión cohesionadora suficiente. ¿Para qué proponer monumentos en una época sin héroes y sin valor a representar?.
4. Visión anárquica o guerrera de la vida: Ya conocen la máxima, La lucha es la madre de todas las cosas, la guerra hace algunos hombres esclavos y a otros reyes; estos ciclos heraclitianos tienen algo en común con el posmodernismo y la ideología fascista, que es dinámica; también con la acelerada vida competitiva actual. Que no haya guerras mundiales a la vieja usanza no quiere decir que haya paz; nunca antes ha habido guerras más relámpago y express que las de hoy. De acuerdo con la lucha, todo se va guerrerizando; las guerras son cada vez más moleculares, a escala, diseñadas y realizadas dentro de nosotros, desde nuestra psique se han incrustado en la irracionalidad pasional, siguiendo la perdición sin dejar de observar la dulce derrota y muerte. Ya lo decía Tyler Durden "nuestra guerra es espiritual y nuestra gran depresión es la vida"
5. Romanticismo: Los grandes temas casuales en los tiempos actuales del posfascismo son los emocionales; desde motivaciones ultra positivas hasta pseudo religiones mágicas del new age que tienen por fin indagar fines emocionales, románticos y soluciones de pareja. Se busca al amor ausente en todos lados, pero se es incapaz de conectar con otra persona; la dramatización y extremismo sentimental es el mismo arrojo fantasioso que envió a millones de personas a la guerra. No se piensa, se siente.
.6. Cinismo: La destrucción de valores actuales y la crítica extenuante hace que la proliferen medios culturales radicales como el sarcasmo, la ironía y la crueldad del sinsentido (edgy) resultando un basto humor. El cinismo posmoderno es la única respuesta a la desesperanza trágica, parecido o igual al “mal radical" (teoría de Arendt) del nazismo. A nadie le importa nada y no disimulan su amoralidad, nos parecen personas despreciables y afloran nuestra misantropía, pero recordando al padre de todo Nietzsche: "El superhombre nos parecerá horrible”.
7. Amor a la muerte: La guerra moderna, combinada con la visión humanista moderna en la época de los fascismos, trajo consigo un escenario honorífico y catastrófico. En sí, habían existido mayores guerras y más brutales masacres antes de la primera guerra mundial, sin embargo, la mentalidad humanista choco con la masacre acontecida, acrecentando la lúgubre de la situación. No obstante, los fascistas rescataron la fortaleza estoica ante el absoluto abrazo de la muerte, y esta práctica de las trincheras evoluciono. La resignación no solo era estoica, sino ahora concebida como amor a la muerte y a la perdida. La versión posmoderna de esta época actual de tan singular ley es la depresión generalizada y el alto índice de paliativos farmacéuticos consumidos. La muerte es la moda negra y esas ansias de vivir y consumir es su cortejo.
8. Visión estética de la vida o de belleza: No únicamente el fascismo sentía atracción por la belleza y los cánones occidentales establecidos; la moda contemporánea es un claro ejemplo de ese amor. La moda fascista exalta las facciones occidentales y sus diseños. Esta “frivolidad” está más desarrollada en el consumismo y vales, según tu aspecto, fuera de los cánones elitistas no eres no una persona ni una razón.
9. Ultra individualismo intolerante: En la época posmoderna el individuo egoísta es el pilar de la sociedad, sus logros, conquistas y satisfacciones personales es lo que representa un real valor. En este sentido, la conquista y su alejamiento ermitaño propio del anarquismo individualista jungeriano; se reviste en el aislamiento del perfil y la selfie. Antes de la misma forma que se hablaba del espíritu fuerte, aislado, del único y su propiedad, ahora se habla del amor a un mismo y el wellness.
10. Antihumanismo: Este es uno de los aspectos que más revela la naturaleza fascista del mundo actual; si en los locos años veinte el antihumanismo responderá al rechazo de la democracia, al pluralismo y al liberalismo; el actual contrahumanismo posmoderno se debe a la suspensión del paradigma de 1789; el ser humano ya no nace, se hace, y se puede diseñar, tecnificar y cambiar. Donde más se vislumbra esta tendencia es en los lobbys de género y el activismo por la inteligencia artificial y antinatalismo. La idea anterior, junto con la deificación del dinero, se antojan un coctel antihumanista de potencial más allá que el que tuvo la reacción del fascismo histórico.
11. Espiritualismo metafísico: Julius Evola siempre hablo del materialismo como forma fúndante del ente moderno y su degeneración; el futurismo iba pensando en abstracciones inmateriales que en su tiempo aún no llegaban. El nacionalsocialismo exaltó el campo y denigro la urbanización del bolchevismo como doctrina materialista; todos los fascismos históricos anteponen el espíritu inmaterial en el centro de sus ideas; no solo cuestiones de revitalización religiosa, mística o esotérica, sino el rechazo a la carnalidad mundana y casual. El mundo posmoderno pasa por una castidad degenerada en la pornografía, la comida chatarra, la guerra de sexos, entre otras cosas; La espiritualidad posmoderna tiene relación con el ideal ascético y rechazo a la materia, incluso en su hastío de consumo.
Las diez características enumeradas del fascismo coinciden con ciertas formas del posmodernismo, las mismas ideas corruptas o llevadas hasta su extremo, es una de las razones por las que nuestra época es lúgubre y trágica. Tal vez el resultado hubiera cambiado si las potencias del eje hubieran ganado la guerra, pero ¿eso es deseable? ¿O se necesita una profundización en el germen de la derrota para adquirir la fuerza? Pues hay algo innegable: El fascismo fue igual de fuerte que sus derrotas y de sus cenizas se incuba el posmodernismo, inevitable en esta época: bienvenidos a la era posfascista.
Nota final: el sufijo post, es diferente a trans o in, en el sentido de que el post, precisa una superación, pero al mismo tiempo una continuación, es algo, que al final de cuentas, se nos antoja neoreaccionario… o palingenésico.
el pepe