José Celerino Salmerón Hernández fue un historiador, maestro, articulista, conferencista, orador y activista político mejicano de origen mixteco. Hijo de Justino Salmerón y María del Carmen Hernández, nació en la pequeña aldea de La Libertad, situada en el municipio de Tlachichilco, distrito de Silacayoápam, al noroeste del estado de Oajaca, un 10 de noviembre de 1920. Campesino desde temprana edad, se traslada a localidad de Alcozauca de Guerrero e ingresa al Seminario Conciliar de Chilapa durante los primeros meses de 1937 con 16 años de edad, recinto en que entra en contacto con él estudio de ámbitos como el latín, gramática, literatura y filosofía. Tras cuatro años de estudios, abandona el seminario en 1941, renunciando así a la vocación del sacerdocio para posteriormente trasladarse a la ciudad de Iguala.
A partir 1943, Salmerón decide por el magisterio y ejerce como profesor de primeros y secundaria, ocupándose de la enseñanza de la historia del país y la oratoria, vocación que mantendría con el paso de las décadas. Don Celerino radica en Ciudad de Méjico a partir de 1945, año durante el cual cursa el primer año de Leyes en la Escuela Libre de Derecho. Contrae matrimonio con Angelina Sámano de Salmerón, con quien concibe diez hijos.
Tras luego de interesarse por la militancia política católica en 1950, Salmerón se integra a la Unión Nacional Sinarquista (UNS), en que adhiere responsabilidades como jefatura. Denuncia más tarde el viraje democristiano de algunos mandos del sinarquismo, situación de la cual se encarga en el folleto El sinarquismo y toda la verdad sobre la democracia cristiana (1965), acusando dicha doctrina de ser «marxismo rociado con agua bendita». Fue también secretario de Acción Política en el Partido Nacionalista Mexicano (1951), organismo político apoyado por algunos sectores partidistas del sinarquismo, y más tarde integrante del Partido de Reconstrucción Nacional (1980).
Durante 20 años, fue director de La Hoja de Combate, publicación integrista fundada por don Salvador Abascal Infante —quien se refería a Salmerón como «el Cirujano de la Historia»—, polemista, teólogo y líder fundador de la UNS, protagonizando una serie de polémicas en torno al progresismo religioso y más tarde, en tanto al surgimiento de la corriente sedevacantista entre distintos sectores del nacionalismo católico mejicano; asunto que le conduciría al enfrentamiento con miembros de la organización privada Los Tecos, de orientación sedevacantista, especialmente por aquella facción comandada por Anacleto González-Flores Guerrero.
Tras participar en la fundación del Movimiento Cívico Tradicionalista (MCT) en mayo de 1971, agrupación filial a la Iglesia católica cuyo objetivo era el de combatir la influencia del progresismo y el sedevacantismo entre los ambientes nacionalistas del país, Salmerón funda entonces en febrero de 1974 las Falanges Tradicionalistas Mejicanas (FTM), organización confesional de estilo paramilitar de cierta inspiración falangista española, la cual hallaba motivo de ejemplo en el Movimiento Nacional del régimen del Generalísimo Francisco Franco. Amparándose en las figuras de la Santa Virgen de Guadalupe, Agustín de Iturbide y San Miguel de Arcángel, las Falanges tenían por propósito el combatir «la judeomasonería internacional» y la «tiranía marxista», frente a los cuales buscaban instaurar un nuevo orden católico nacional. Buscando posicionar la religión católica y la identidad hispana como elementos centrales de la nacionalidad, las FTM se definían opuestas al «comunismo ateo» y el «imperialismo yanqui».
Adoptaron el lema «Por Dios y por Méjico», consigna similar a la empleada por los combatientes Cristeros y los Alzados en la Cruzada Española, fundamentando su lucha en tres elementos primordiales: «Piedad, Estudio y Acción». A las FTM pertenecieron figuras prominentes del ámbito tercerposicionista mejicano como lo fueron el historiador hispanista Nemesio Rodríguez Lois, el autor neofascista José Luis Ontiveros, Jesús Aquiles Salmerón Sámano —hijo de don Celerino— entre otros. El grupo actuó como una célula militante intergeneracional hasta mediados de 1980.
Salmerón se inicia en el estudio de la historiografía conservadora a través de la lectura de Un siglo de Méjico, obra del pensador católico regiomontano Alfonso Junco. Reconoció también la influencia del ideólogo tradicionalista francés Jean Ousset sobre su pensamiento, elogiando en particular su tratado doctrinal Para que Él reine. En tanto a lo que su obra respecta, Salmerón se ocupa de tres figuras históricas nacionales en Las grandes traiciones de Juárez (1960), En defensa de Iturbide (1974) y El general Guerrero (1983), tema de estudio que le mantiene próximo al escritor revisionista don Salvador Borrego, con quien congenía en pláticas, conferencias y reuniones de las Falanges, de las cuales era también integrante.
Tras 63 años de lucha y servicio por los nobles ideales que hicieron de su vida una constante de abnegación y sacrificio personal, don Celerino Salmerón, figura digna y ejemplar, halló el eterno descanso un 1 de enero de 2013, sumándose a la filas del ejército inmortal que componen nuestros luceros.