Encontró quien fuera ayer el señor y amo,
Quien domó de la naturaleza las mil fuerzas,
El motor de su alma en este amor perdido,
Que hirió su gran corazón a punta de flechas.
Le desvió de su ya trazado, recto camino.
Sometió su voluntad a voluntad ajena.
Se dejó llevar por el flujo del joven Eros;
Caminó junto al abismo que le deseaba.
Mas bastó un descuido, sólo simple tropiezo,
Y colmó dolor cual cicuta al viejo sabio,
Al espíritu del hombre, venido a menos,
Convertido por su amor, de señor a siervo.
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