IN MEMORIAM A 63 AÑOS DE SU NACIMIENTO
José Antonio Hernández García (Ciudad de México, 05/04/1961-ibíd., 18/02/2015) es un destacado bibliógrafo y el más profundo conocedor de la obra del escritor británico G. K. Chesterton (Londres, 1874-Beaconsfield, 1936) en Iberoamérica, al que traduce con brillantez en el libro La reina de las siete espadas¹ y en “La balada del suicidio” y otros poemas², compilando también la bibliografía disponible en español de este autor³ y algunas notas referentes a su producción literaria⁴; asimismo, con igual atingencia, publica penetrantes ensayos y valiosas traducciones que nos aproximan a los escritos de Vintila Horia (Segarcea, 1915-Madrid, 1992), del que con orgullo nos mostraba un ejemplar autografiado de su novela Dios ha nacido en el exilio; Mircea Eliade (Bucarest, 1907-Chicago, 1986), de él aporta una bibliografía comentada⁵ y un texto de ese historiador de las religiones sobre Papini⁶; Emil Cioran (Rășinari, 1911-París, 1995), de este filósofo pesimista nos hace entrega de una selección de sus aforismos⁷ y un artículo sobre su ausencia a cien años de su nacimiento⁸; Ernst Jünger (Heidelberg, 1895-Riedlingen, 1998), de este escritor y soldado alemán nos comparte una traducción de su célebre ensayo sobre la guerra⁹; Henry de Montherlant (París, 1895-ibid., 1972), de él escribe un artículo sobre su vida y su destacada obra¹⁰; Pierre Drieu la Rochelle (París; 1893-ibid., 1945), de este autor defenestrado nos proporciona su cronología y sus bibliografías en español y francés¹¹; Joris Huysmans¹² (París, 1848 – ibid., 1907), sobre este inconforme de la vida moderna hace pública la cronología de su obra¹²; respecto a Giovanni Papini¹³ (Florencia, 1881-ibid., 1956), Alain de Benoist¹⁴ (Saint-Symphorien, 1943) y Julius Evola¹⁵ (Roma, 1898-ibid., 1974) concibe numerosos ensayos y hace traducciones de su producción literaria, política y filosófica, respectivamente. Como producto de la labor intelectual de José Antonio tuvimos el privilegio de acceder al pensamiento de autores que en España e Hispanoamérica se encontraban prácticamente inéditos y cuyos artículos y traducciones navegan libremente en la red gracias a su generosidad.
Durante su adolescencia José Antonio es un alumno destacado de la Secundaria #3 (promoción 1973), en donde gana varios concursos de oratoria y de creación literaria; posteriormente lleva a cabo su instrucción media superior con los maristas en el Centro Universitario México (promoción 1976); ahí, bajo la tutela y ejemplo del profesor y letrado católico, Francisco Castañeda Iturbide, decide convertirse en escritor. Asimismo, lleva a cabo estudios profesionales en el Colegio de México (promoción 1985), en cuyas aulas cursa la carrera de Relaciones Internacionales con el fin de incursionar en la política, aunque pese a su probada capacidad, nunca logra posicionarse en el cuerpo diplomático mexicano, por lo que, a fin de impulsar su carrera en el sector público, realiza estudios y cursos de geopolítica, lo cual se refleja en agudos artículos de opinión que aparecen publicados en la revista EXAMEN del Partido Revolucionario Institucional. Durante los años 90 sirve con responsabilidad en Presidencia de la República como Director de Análisis Político (1988-1992) y con igual atingencia y profesionalismo participa en la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa, fungiendo como asesor en el manejo mediático de su candidatura en el sitio de Internet Labastida 2000. En sus últimos días, debido a una enfermedad crónica y degenerativa, se dedica a escribir y a dar conferencias, en especial sobre temas literarios, filosóficos, historia comparada de las religiones, simbolismo sagrado y actualidad política.
Exquisito melómano que gusta de todos los géneros musicales, en su juventud llega a ser integrante de un grupo en el que participa como solista, amenizando bodas y celebraciones de índole diverso; en las postrimerías de su vida se acompaña de la música clásica para escribir sus narraciones, artículos literarios, traducciones y análisis políticos¹⁶. A José Antonio no le fue desconocida la práctica de los deportes; prueba de ello es que se ejercita virilmente en el pugilismo y aspira, de igual forma, a ser matador de toros bajo la tutela de su abuelo paterno, José L. Hernández, quien fue torero en los años 20 y el cual ejerce, dado su carácter enérgico, una disciplina férrea que se extiende a todas las esferas de la vida familiar; sin embargo, al final desiste de ello para convertirse en un brillante discípulo del billarista Gabriel Fernández, campeón mundial y a quien le asombra su dominio de los diamantes y la facilidad que tiene para ejecutar complicadas carambolas de tres bandas. Asimismo, José Antonio era un hombre erudito capaz de entablar interesantes conversaciones con el maestro Juan José Arreola en la Librería Francesa, con quien le unía el amor por el ajedrez, del que ambos eran hábiles practicantes.
Aunado a sus inquietudes deportivas, José Antonio se rinde ante la belleza de la mujer, a la que le dedica intensos poemas que en la actualidad permanecen inéditos¹⁷. De propia voz comenta que sostuvo una relación con la madre de la actriz Silvia Navarro (Irapuato, 1978) y que, por azares del destino, no se concretó en el altar; posteriormente, como fruto de su matrimonio, procrea a su único hijo del que es un padre amoroso y responsable, al que le brinda sus mayores afectos y una educación esmerada a pesar de la separación conyugal. José Antonio es un estupendo conversador y un políglota que domina el italiano, el francés –que estudia en el IFAL– y el inglés; además, hace algunos cursos de rumano porque admira al escritor Vintila Horia, con cuya hija le unen fuertes lazos de amistad, pero también con el propósito de traducir la obra de Eliade que escribió en ese idioma y con el deseo, que finalmente no pudo concretar, de conocer en persona a ese laureado historiador y novelista que es célebre por sus estudios sobre las religiones. Su acercamiento a algunos de esos textos le hace trabar una relación cercana con el hispano Joaquín Garrigós Bueno (Orihuela, 1942), exdirector del Instituto Cervantes en la capital rumana y el más importante traductor de Eliade al castellano.
Otra persona decisiva en la formación escritural de José Antonio es el francotirador de la literatura mexicana, José Luis Ontiveros (Córdoba, 1954-Ciudad de México, 2015), a quien conoce en una conferencia que el veracruzano imparte sobre el novelista japonés Yukio Mishima –“Morir por una tradición y una cultura”–, cuando era Jefe de Publicaciones de la Universidad Anáhuac; en dicha presentación el sensei Guillermo Hoffner Long ejecuta la kata Kaichaku, la cual efectuaba el testigo (kaishakunin) durante la ceremonia ritual del seppuku para cortar la cabeza del sacrificado y, de esta manera, abreviar su terrible agonía. A raíz de esa afortunada coincidencia, Ontiveros ve en José Antonio una afinidad intelectual y, en compañía de él, acude al periódico Uno más uno, en donde lo presenta con el editor Huberto Batis (Guadalajara, 1934-Ciudad de México, 2018), gran promotor de la cultura alternativa mexicana, quien selecciona el material que es publicado semanalmente en el suplemento “Sábado”, el más plural de los que circulan en la prensa nacional. Ese medio impreso marca un hito en su trayectoria literaria al colaborar con Ontiveros en la realización de importantes números monográficos sobre Louis-Ferdinand Céline, Yukio Mishima y Julius Evola, de quien traduce del francés el poema dadaísta “La palabra oscura del paisaje interior”¹⁸, basándose para ello en los textos originales en inglés y francés.
Aunque José Antonio no se considera un militante declarado, sí lo es de facto al sostener una actitud a contracorriente y en abierta confrontación con el mundo moderno, hecho que lo lleva a colaborar en reconocidos portales de Internet de tercera posición como El Manifiesto (https://elmanifiesto.com/) y Cultura Transversal (culturatransversal.wordpress.com/); dada su admiración por la cultura japonesa es miembro de la Sociedad de Escritores México-Japón A.C., donde suscribe la declaración Aztlán-Yamato, promovida por José Luis Ontiveros y aparecida en un número monográfico de la Revista Casa del Tiempo. En compañía, y a instancias de este escritor, frecuenta a renombrados literatos como Rubén Salazar Mallén (Coatzacoalcos, 1905-Ciudad de México, 1986), Salvador Elizondo (Ciudad de México, 1932-ibid., 2006), Roberto Vallarino (Ciudad de México, 1955-ibid., 2002) y Ricardo Garibay (Tulancingo, 1923-Cuernavaca, 1999); así como al magnífico traductor Guillermo Rousset Banda (Ciudad de México, 1926 – ibid.,1996), el ensayista Miguel Capistrán (Córdoba, 1939-Ciudad de México, 2012), secretario particular de Salvador Novo, y al dramaturgo y artista plástico Juan José Gurrola (Ciudad de México, 1935-ibid., 2007). Propuesto por Ontiveros asiste en Córdoba, Veracruz, al homenaje dedicado al poeta y eminente latinista Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, 1923-Ciudad de México, 2013). De igual manera, y por intermediación suya, conoce en París al célebre filósofo y político francés Alain de Benoist, quien edita Nouvelle École, dado que el veracruzano es colaborador y representante para Latinoamérica de la connotada revista de nueva derecha. Asimismo, se erige como un agudo crítico de la obra, carácter y pensamiento heliocrático de Ontiveros, lo cual queda plasmado en la semblanza que hace de este escritor en el capítulo 5 del libro Conquista del Poder y Metapolítica¹⁹.
Dada su particular inclinación por lo espiritual y la fe católica, y signado por su devoción a la Virgen María, traduce poemas dedicados a la madre de Dios (theotokos) y de corte hagiográfico concebidos por el escritor G. K. Chesterton, los cuales compila, como ya se ha comentado, en el libro La reina de las siete espadas, editado por el connotado poeta Héctor Carreto (Ciudad de México, 1953-ibíd., 2024). Asimismo, se interesa en doctrinas orientales como el sufismo y el Islam, y en pensadores que adoptan esas concepciones religiosas como Frithjof Schuon (Basilea, 1907-Indiana, 1998) y René Guénon²⁰ (Blois, 1886-El Cairo, 1951), aunque siempre ponderó sobre todo su fe católica sin llegar nunca a la ortodoxia. Por muchos años lleva una vida bohemia y al final de sus días se ve minado por la esclerosis múltiple, aunque ante sus amigos, por su gran temple y estoicismo, nunca se muestra con desánimo, afrontando con gallardía esa terrible enfermedad, de cuyos efectos es consciente al ver cómo se van deteriorando sus órganos vitales y su motricidad, pero no su lucidez, por lo que lleva sus dolencias en silencio y hasta el final de su vida ejerce la escritura sin claudicar jamás a sus principios. Durante su prolongada afección, la cual lo fue socavando poco a poco, coincidió con el reconocido actor Humberto Dupeyrón (Ciudad de México, 1947), también víctima de la esclerosis múltiple y con quien lo liga una inquebrantable amistad.
Una mañana nublada de hace varias décadas, conozco a José Antonio en la casa de Chimalistac de José Luis Ontiveros y, a partir de entonces, cultivamos una amistad que se estrecha con el curso de los años y que perdura hasta el final de sus días. En pocas ocasiones departimos en una cantina cercana al metro Sevilla y múltiples veces en su departamento de la Colonia Cuauhtémoc, en donde disfruto de su amena conversación en compañía del talentoso pintor Rubén Samperio Martínez (Ciudad de México, 1964), con la que nos transporta a los vastos parajes de su mundo interior, en los que nos subyuga con su ingenio, divertidas anécdotas y datos de exquisita erudición; en esas tardes, previo a encontrarnos con él, le comprábamos una rosca Suandy en el Superama de Río Sena y le pedíamos un café capuchino en el local árabe que se ubica a vuelta del edificio donde rentaba con su madre. De él conservo valiosos recuerdos impregnados de camaradería y trato afable; valgan estas líneas para actualizar a las nuevas generaciones la figura de este hombre gallardo que nunca persiguió el espejismo de la fama de oropel, de ese gran erudito que fue José Antonio Hernández García y que, a vuela pluma, van encaminadas a dar testimonio de las huellas que dejó cuando, encaramado en su silla de ruedas, se atrevió a cabalgar sobre el lomo del tigre.