El colectivo nacional-socialista noruego Ragnarok, organizado en torno a la publicación homónima, valoró que la invasión alemana de Polonia representaba una violación al principio básico de autodeterminación de los pueblos individuales del nacional-socialismo. Esta postura intransigente en tanto a las políticas expansionistas del Reich alemán, significó la ruptura de algunos movimientos de estilo e inspiración fascista, e incluso nacional-socialista, con el oficialismo alemán; haciendo suyos los principios ideológicos de dicho ideario.
La anterior declaración del Pacto Molotov-Ribbentrop, interpetrada como la permisión alemana de la invasión soviética a Finlandia, fue también motivo de ataques provenientes del grupo Ragnarok, y de otras formaciones nacionalistas europeas como el Partido Popular Francés (PPF). A causa de ello, el PPF valoró que «El pangermanismo se ha unido a la ofensiva asiática contra Europa (...) contra estos dos monstruos, la juventud del resto de Europa deberá reagruparse y unirse». De manera similar, el grupo letón Perkonkrusts, autodefinido como nacional-socialista aunque declaradamente anti-alemán, sosteniendo que el componente germano era ajeno a los pueblos bálticos, buscó constituir una alianza de grupos nacionalistas europeos independiente de Berlín.
Internamente, León Degrelle representó la oposición a la corriente pangermanista del régimen dentro de las SS, llevando a cabo una amplia serie de negociaciones con Hitler, Himmler y Berger sobre la soberanía nacional del resto de pueblos europeos en el Nuevo Orden (Neuordnung). Degrelle abogó por la reorganización de Europa mediante un proceso de federalización que postulase al resto de pueblos europeos «en pie de igualdad» respecto al Reich alemán, propuesta que encontraría resistencia en las esferas superiores de las SS. Durante una entrevista con Himmler, diría:
«Europa se hará igual en dones y derechos o fracasará (...) La Europa del mañana, especialmente la de las SS, debe ser un continente de camaradas que no busquen inflarse a costa de los demás. De lo contrario, si se va a convertir en un sucedáneo de los alemanes, no nos interesa».
Degrelle admitió la incorporación al ámbito germano de poblaciones racialmente emparentadas con Alemania, aunque culturalmente romanizadas, como se consideró eran las del Norte de Francia, Luxemburgo, Holanda, Flandes y Valonia; territorio del que Degrelle fue Gauleiter. Curiosamente, Degrelle creía que mientras que los flamencos serían del todo asimilados por la comunidad alemana, a los valones les esperaba la restitución de Borgoña en calidad de un Estado nacional francófono al que él mismo precedería como canciller.
Sin embargo, Degrelle denunció el desplazamiento de poblaciones autóctonas y las pretensiones coloniales de Alemania en Europa del Este, particularmente en cuanto a la situación de los Reichskommissariats, atacando la germanización donde ello conllevase la sustitución. Degrelle fue tan lejos como para sugerir, en su lugar, la integración de los pueblos eslavos a la Europa venidera, a los que consideró como de origen indoeuropeo, valiéndose del derecho de autogobierno de los pueblos europeos de origen no-alemán. Se alegaría también que las Waffen SS habían pasado a ser un ejercito europeo plurinacional, a manera de vanguardia de un devenir europeo que fuese fiel representación de los intereses comunes de los pueblos que le integraban.
Esta corriente fue adherida por Marc Augier —(a) Saint-Loup—, destacado colaboracionista e ideólogo nacional-socialista francés, oficial de la División Carlomagno, y promotor del modelo de «Europa de las etnias» en su vertiente más soberanista en oposición al pangermanismo. Este modelo organizativo basado en desarticulación es de los Estados nacionales europeos en favor de las comunidades étnicas, referido como «organización regional nacional», habría sido teorizada con anterioridad por el oficial de las SS Werner Best con un enfoque particularmente germanocentrista. Luego de la derrota en Stalingrado, el nacional-socialismo cedería mayor espacio a la corriente autonomista.
A principios de 1944, Himmler, quien hasta un año antes defendía el carácter pangermanista del proyecto nacional-socialista, precedería la Asamblea de Charlottenburg, durante la cual se esbozarían las primeras consideraciones en torno a una Europa conformada por patrias carnales. La proximidad al fin de la guerra permitió elaborar toda tipo de planes para «la futura Europa» que asegurasen la cobeligerencia de los aliados de Alemania en sus últimos momentos, dotando de mayor consideración, sin traducirse en hechos tangibles, a estas ideas.